El nombre de la fiesta, además de darnos una pista sobre la presencia del simbólico elemento del fuego, tan presente en muchos festejos invernales -y no invernales-, al que se lanza, además, un pelele para que sea pasto de sus llamas, nos recuerda que el origen se encuentra en la celebración de la Virgen de la Candelaria, el 2 de febrero, siendo, junto a San Blas y otras celebraciones cristianas cercanas a este momento de mitad de invierno, una cristianización, como tantas veces hemos dicho por aquí, de antiguas tradiciones, como el antiguo Imbolc céltico, encontrándonos en uno de los momentos más importantes del año, en cuanto al gran número de celebraciones que se suelen celebrar en esas semanas, que ya quedaron atrás hace poco más de mes y medio. En la actualidad Las Candelas de Caminomorisco o de Las Calabazas no se celebran el 2 de febrero, sino el domingo más cercano, pudiendo coincidir en alguna ocasión con el 2 de febrero, pero, evidentemente, no ocurre así en la mayoría de las ocasiones.
En cuanto al simbolismo del festejo, preferimos que sea el gran cronista y estudioso de la comarca hurdana en la actualidad, Félix Barroso Gutiérrez, quien nos describa los ricos significados simbólicos que encierran esta celebración. Extraemos, para ello, unas líneas de un artículo escrito por él en 2015.
Foto: Vicente Martín Martín |
Fuente: Félix Barroso Gutiérrez
Desde hace varios siglos, el pueblo de Las Calabazas, hoy Caminomorisco, celebraba gran fiesta en honor de Las Candelas o de La Candelaria. Hasta topónimos hay en sus términos que hacen mención a tal nombre, como el paraje de “Candelariu” y la garganta de “Arrocandelariu”. Sabido es que estas fiestas se celebran el día 2 de febrero. Pero los “calabacéñuh” o “morihquéñuh” la vienen trasladando, en estos últimos años, a uno u otro de los dos domingos que la flanquean.
[...] Cuando ya el día guiña el ojo, se procederá a la quema del “Candelu”, una especie de pelele que se retorcerá entre las llamas de la gran hoguera que se levanta para la ocasión. Hoguera cuya simbología se pierde, tal vez, entre esas viejas mitologías del ciclo invernal que intentan, a través de la gran fogata, insuflar fuerzas al sol para que no desaparezca entre las brumas del invierno. A la par, se arroja el pelele en el fuego, respondiendo a lo que algunos consideran como símbolo de los fríos y los males de la estación invernal, el cual debe abrasarse para que huyan las nieblas y vuelva el sol con nuevas energías, anunciando una risueña primavera y, así, se restablezca el orden cósmico.
Esta fiesta de Las Candelas, que tuvo mayor tronío en el pasado, puede que arranque de las Lupercales romanas, que se celebraban en honor del dios Lupercus, relacionado con la fertilidad y los rebaños, el día 15 de febrero (“ante diem Kalendas Martias”). Durante ella, una alborotada procesión de gente con candelas en las manos pedía a voces y con cánticos la protección contra los males, las sombras del invierno y la muerte. Portaban pieles de lobos y de otros animales, cornamentas de machos cabríos e iban tocando cencerros. Eran festejos transgresores, donde se respiraba un gran ambiente libertino. El Papa Gelasio I las prohibió y condenó en el año 494. Pero no logró erradicarlas, como se desprende de los posos que han quedado en muchos ritos precarnavalescos y otros de los mismos días de los antruejos, como es el caso del “Carnaval Jurdanu”.
También tienen que ver muchos los rituales de Las Candelas con la fiesta céltica del Imbolc, en honor de la diosa Brigantia (“La Muy Luminosa”), cuando se celebraba la Fiesta del Fuego. Brigantia se relaciona con Brígida, y no hay que olvidar que la efemérides de Santa Brígida se conmemora el día 1º de febrero, víspera de Las Candelas. Todo ello, Lupercales e Imbolc, sumado a otras creencias anteriores que existían en las comunidades pastoriles (caso de Las Hurdes), conformaron gran parte de la mitología y rituales del ciclo de invierno que hoy perviven en zonas de gran sociocentrismo y arcaísmo y que es preciso conservar y fortalecer como patrimonio cultural dejado en herencia por los antepasados.
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