Como ocurre con muchos de estos festejos, existen numerosas teorías y estudios sobre su posible origen. Algunos hacen referencia a sucesos históricos de los últimos siglos, en este caso concreto relacionado con lo bélico y en otros, remontando su origen a los tiempos ancestrales, que son los que a nosotros nos suelen interesar en mayor medida, no porque por la temática del blog queramos tomar partido por ellos, sino porque, verdaderamente, creemos que estos festejos, tan relacionados con momentos concretos del año, están más relacionados con los ciclos de la Naturaleza y, por tanto, hunden sus raíces en tiempos mucho más antiguos para la Humanidad de lo que podamos creer en un inicio, a pesar de que su forma externa actual parezca indicar otra cosa. Evidentemente somos conscientes de que no será aplicable a la totalidad de los casos, pero sí a un buen número de ellos y, como nos indica el investigador José María Domínguez Moreno, también se podría extrapolar al caso de La Encamisá. Domínguez Moreno incluso cree encontrar su origen en los tiempos prerromanos, como una reminiscencia del culto a la diosa Ataecina, tan documentada en esta zona peninsular.
Como ocurre con la mayoría de los festejos invernales -y no sólo invernales- el fuego ocupa un papel predominante, lleno de claro simbolismo purificador, en La Encamisá de Torrejoncillo.
Foto: diario16.com |
Fuente: turismoextremadura.com
Cada año, en la víspera de la Inmaculada Concepción, cientos de torrejoncillanos se echan a la calle para celebrar la encamisá, una fiesta popular de esta localidad que está considerada Fiesta de Interés Turística de Extremadura.
A las 10 de la noche del 7 de diciembre, se abre la puerta de la Iglesia Parroquial de San Andrés, de la que sale un estandarte de color celeste con la imagen de la Inmaculada Concepción bordada. A la vez, un grupo de personas cubren de humo y olor a pólvora las inmediaciones de la Plaza Mayor al disparar sus escopetas, lanzando salvas en honor a la Virgen. Cuando se hace entrega del estandarte al mayordomo, que monta un caballo vistosamente atalajado para la ocasión y que va acompañado a los lados por otros dos jinetes, otros varios cientos de jinetes, que le siguen por detrás, lo vitorean y aclaman desde lo más profundo de su alma.
Todos los jinetes van ataviados con sábanas blancas engalanadas con hermosas puntillas, y solo en algunos casos por estrellas, sobre el rostro. Y así transcurre la procesión, entre una nube de pólvora infinita que recorre las empinadas calles del pueblo. Calles en las que esperan los visitantes alrededor de joritañas encendidas para no pasar frío y en las que los más pequeños de la casa queman sus jachas, o lo que es lo mismo, haces de gamonita que sus padres y abuelos les han preprado con ilusión.
Dos horas y media después, el estandarte vuelve a su iglesia entre vítores de fe de los asistentes y los mayordomos invitan a todos los participantes a que se acerquen a degustar los coquillos y a probar ricos caldos de tomate típicos de la zona.
Hay quien dice que esta fiesta procede de los romanos, mientras otros defienden que es tradición moruna al cien por cien. Pero lo cierto es que nadie sabe de dónde viene la tradición de la encamisá a ciencia cierta. La teoría que más fuerza ha cobrado entre las gentes de Torrejoncillo es la que sostiene que pueda deberse a una reminiscencia bélica de la batalla de Pavía. Cuenta la leyenda que durante la campaña, el capitán ávalos, torrejoncillano, escondió a sus hombres bajo sábanas en la nieve. Con este rudimentario camuflaje los españoles lograron ganar la batalla. Al volver al pueblo y contar lo sucedido, comenzó a representarse la hazaña, que tomó aires marianos al conocerse que la Inmaculada había ayudado a los hombres de ávalos a vencer.
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