Nos acercamos a uno de esos lugares donde se acumulan un buen número de vestigios que, en su conjunto, constituyen claros indicios de que esta localización pudo ser bastante importante desde bien antiguo, desde un punto de vista espiritual, religioso o simbólico. Hablamos de
El Cabezo de San Ginés, también conocido como
Monte Miral, en el municipio de
Cartagena, del que escuchamos hablar, hace escasos días, gracias a un programa radiofónico. Nos encontramos en un lugar donde abundan los yacimientos desde la época íbera y posteriores, los cuales se han ido aglutinando, poco a poco, con el transcurso del tiempo, en los parajes y pueblos aledaños. Pero en lo que hace referencia al propio lugar de
El Cabezo de San Ginés, el primer yacimiento al que hay que hacer mención es el de la
Cueva Victoria, que se encuentra en su ladera meridional, donde, además de restos de animales de eras remotas, se han hallado restos humanos con más de un millón de años de antigüedad, lo que le otorga una gran singularidad, desde un punto de vista antropológico, además del zoológico, a dicha cavidad, a pesar de lo desconocida que es para el gran público, no sólo foráneo, sino cercano al lugar en sí.
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Cabezo de San Ginés - Foto: Nano Sánchez |
Una gran pista sobre la sacralidad que pudo tener este cerro -
de los que suelen llamar 'cabezos' en la zona levantina valenciana y murciana, como es el caso- es la existencia, en el pasado, de hasta nueve ermitas en sus laderas, de las que se conservan cinco en pie, aunque en estado ruinoso, lo que resulta curioso, pues no suelen ser muchas las elevaciones, cerros o montañas sacralizadas con tan alto número de ermitas u oratorios. Muy cerca, también, se encuentra el
Monasterio de San Ginés de la Jara, que sería un elemento indiciario más a añadir para seguir tras las huellas de una más que posible ancestral sacralidad en este lugar que mira al
Mar Menor y que tan cerca del
Cabo de Palos se encuentra. Se cree que este monasterio se construyó en el siglo XVI sobre las ruinas de lo que fue en su momento una fortaleza árabe, sobre la que, posteriormente, en tiempos de
Alfonso X El Sabio se adosó una ermita. Incluso se habla de que fue un lugar de culto, en tiempos islámicos, para mozárabes.
Como nos ha ocurrido con otras muchas fichas, no hay huellas en forma de cazoletas, altares rupestres, pinturas rupestres, petroglifos o cualquier otro vestigio que nos remonte a la Antigüedad o la Prehistoria sacras, pero sí claras sospechas, por la acumulación de cultos en etapas posteriores, de que la sacralidad de este lugar, le pueda venir de bien antiguo, de ahí que hayamos considerado de interés dedicarle una ficha en este humilde espacio.