En una semana, que ya termina, en la que hemos vivido, de nuevo, la magia de la Luna llena, uno no puede dejar de reflexionar sobre la desvinculación del hombre contemporáneo, sobre todo el urbano, con su cielo, ése que siempre le acompañó. Las estrellas, constelaciones y astros, entre los que se encuentra el bello satélite de nuestro planeta, ya no forman parte de nuestro ideario, han caído, con la luz artificial que oculta nuestros cielos, a la casi total indiferencia, cuando el Sol, pero sobre todo la Luna, con sus ciclos, rige los ciclos menstruales femeninos, además de la gestación de animales y también los ciclos agrícolas. Recuperar nuestra vinculación con el cielo, es recuperar nuestro rumbo como especie dentro de la Naturaleza, a la que pertenecemos tanto ellos, los astros, como nosotros.
Luna llena fotografiada en Alqueva (Portugal), el 29 de agosto de 2015 - Foto: eluniversohoy.net |
*Fuente: Laura Díaz, celticahispana.com
Sobre la implicación de la luna en la religión, contamos con la cita de Estrabón que he mencionado unas líneas más arriba y en las que habla de un dios innominado. Algunos investigadores han propuesto divinidades que podrían encajar con un dios lunar y hasta el momento han sido dos dioses los mencionados. La primera sería la diosa lusitana Ataecina, divinidad infernal pero también agrícola que habita en el Inframundo y que tiene un claro carácter nocturno. Se rindió culto a esta divinidad entre los lusitanos y los carpetanos, según los vestigios arqueológicos, pero se cree que pudo ser adorada en prácticamente toda la zona celta de la Península Ibérica; de ahí la propuesta de que sea ella a quien se dedicaban las danzas en las noches de luna llena. La segunda divinidad propuesta es Dis Pater, una figura que Julio César menciona entre los galos y que se puede asociar al Plutón romano o al Hades griego. Podría ser equiparable al Dagda irlandés y muchos autores creen que es este dios infernal al que se refiere Estrabón. Por último, una tercera corriente de autores proponen que la luna fuera adorada por sí misma, sin que fuera representación de una divinidad.