El ara se descubrió en 1751, tras unas obras en el edificio en el que se halló, que, por aquel entonces, era una casa-hospital, encontrándose anteriormente la lápida recubierta. El maestro albañil Silverio Fernández repasó esta inscripción tras su descubrimiento y desde entonces se contempla al descubierto en el mismo edificio que, hoy en día, es una casa particular.
Foto: Iberia Mágica |
En la inscripción, bastante desgastada, del siglo I d. C., se puede leer lo siguiente: "SATURNINUS PRO SALUTE CAII. CLODII. QUINTILLIANI. VOVIT", que viene a significar: "Saturnino por la salud de Cayo Clodio Quintiliano consagró este voto". No aparece, por tanto, ningún teónimo, con lo que se deduce que podríamos estar ante una ofrenda a los dioses, en general, solicitando la sanación de una persona llamada Cayo Clodio Quintiliano. Su lugar de origen se desconoce, evidentemente, pero parece claro que se hallaría, hasta que fue descubierto y reutilizado, en el propio pueblo (quizás pudiera provenir del antiguo templo de Diana ya mencionado). Habría que averiguar cuando se construyó esa casa, pues parece claro que fue en ese momento cuando el ara se usó como pilar en la esquina entre las actuales Plaza de España y calle Sierra de la localidad. Constituye, por tanto, una muestra más de la presencia romana en Carabaña, de quienes se dice ya conocían las propiedades medicinales de la famosa Agua de Carabaña, un elemento -el agua- bastante abundante en el pueblo, donde existe un buen número de fuentes, una de ellas, de estilo neoclásico del siglo XVIII, bastante simple, pero muy bella, en la propia Plaza de España, donde se encuentra nuestra ara protagonista.
Como anécdota histórica, sin base científica, se dice que el topónimo de Carabaña encuentra su origen en los caracitanos, aquel antiguo pueblo nombrado por Plutarco en "Vidas de Sertorio y Pompeyo", donde el autor describe como Sertorio y sus hombres los vencen cercando su poblamiento que algunos sitúan en el cercano Risco de las Cuevas, perteneciente a Perales de Tajuña.
Para finalizar esta ficha, vaya desde aquí mi homenaje a un vecino carabañero de avanzada edad, apodado y conocido en Carabaña como "Perejil" que, al modo de los antiguos habitantes del Risco de las Cuevas, habita una vivienda-cueva en la parte alta del pueblo, donde existen otras viviendas del mismo tipo, la mayoría de ellas abandonadas. Amablemente, el pasado sábado, 24 de octubre de 2015, nos estuvo describiendo algunos caminos de los alrededores del pueblo, además de su dedicación, durante toda su vida, a trabajar humildemente una huerta propiedad de su familia y alguna tierra más, con el orgullo, además, de haber trabajado duro, pero sin tener que haberlo hecho nunca, salvo en un pequeño periodo, para nadie. Con gran jovialidad nos dijo que en esa casa nació y que en esa casa morirá. Da cierta lástima pensar que "Perejil" sea uno de los últimos supervivientes de un modo de vida milenario ya desaparecido y muy distinto al nuestro, tanto para lo bueno, como para lo malo; yo diría que mucho más para lo primero. Mostró gran cordialidad, humildad y hospitalidad con nosotros, invitándonos a visitarle cuando quisiéramos.
Foto: Iberia Mágica |
Carpetilla del expediente relativo al informe de Fidel Fita sobre el ara de Carabaña, 1897 - Foto: cervantesvirtual.com |
Amigo Argantonio, pienso que has acertado plenamente en el párrafo final de la ficha con ese pequeño homenaje al carabañero "Perejil". Aparte de todas las cosas interesantes que nos puedan ofrecer todos estos lugares (que son muchas); el paisaje humano está por encima de ellas, porque nada valdría un árbol milenario si no hubieran gentes que se arremolinaran a su alrededor para admirarlo o de nada serviría una lápida romana o unas ruinas íberas si no hubieran personas como "Perejil" que nos contaran sus historias. Esas personas humildes, generosas y sabias son el alma de sus pueblos y deberíamos aprender mucho de ellas, en su interior guardan la esencia ancestral del ser humano, esa esencia que en el mundo actual se ha perdido o ha degenerado, así que disfrutemos y aprendamos de ellas y honrémoslas. Te felicito, y perdona por el rollo que he soltado, le he cogido gusto al teclado.
ResponderEliminarPor cierto, aquí en el sureste abundan mucho las casas-cueva no imaginaba que por tierras madrileñas también fueran habituales.
Muchas gracias por tus palabras, Placentino, me siento totalmente identificado con ellas, así lo veo yo también, nada de lo que aquí hablamos tendría sentido si no fuera por la huella espiritual que las gentes de siempre han dejado en dichas realidades, aunque sea de forma inconsciente, en muchos casos. Cuando te encuentras a alguien así, con ese derroche de hospitalidad y vitalidad, a pesar de su avanzada edad, y con tantas ganas de contarte, de tal forma, su universo, que se reduce a unos pocos kilómetros cuadrados, sin que le sean necesarios más para realizarse como ser humano, la verdad que te emociona, así que de rollo nada, me ha encantado tu descripción, amigo, porque coincido totalmente con ella. Por cierto, la visita del otro día no fue premeditada, pues me pilló de camino a un lugar al que tuve que acudir, pero me acordé de ti porque precisamente no hace muchos días mencionaste a Carabaña y hablamos de la Ermita de Santa Lucía, a la que, por cierto, ya había dedicado ficha el año pasado y ya ni siquiera lo recordaba (por ese motivo quisimos parar allí y nos encontramos con la sorpresa del ara). Qué gran error por mi parte olvidar algo así. Te pongo el link por si te interesa: http://iberiamagica.blogspot.com.es/2014/02/la-ermita-de-santa-lucia-y-el-templo-de.html
ResponderEliminar¡Salud!
Por cierto, se me olvidaba comentarte lo de las casas-cueva. Tampoco es que abunden demasiado, que yo sepa, en la provincia en general, pero sí en el valle del río Tajuña. Yo viví un tiempo en Titulcia (justo ahí desemboca el Tajuña en el Jarama y un poco más abajo este último en el Tajo, pasado Aranjuez) y en ese pueblo hay viviendas-cueva, muchas aún habitadas y también las hay, que yo sepa, en Perales de Tajuña y Tielmes, además de en la mencionada Carabaña. Luego ya, fuera de esta comarca, camino de la Sierra Norte sé que hay en El Molar, donde muchas de ellas fueron después convertidas en restaurantes, pues se puso de moda (supongo que seguirá dicha moda) el ir a comer allí, desplazándose mucha gente desde la capital y otras poblaciones.
ResponderEliminarMe alegra que coincidamos en la manera de pensar, porque en este mundo actual tan vacuo y tan banal, es necesario no olvidar lo verdaderamente importante y lo realmente transcendente . Y eso tal vez, lo entendía mejor el mundo antiguo que el moderno. Esto creo que lo expresa muy bien tu web y por eso me gusta.
ResponderEliminar¡Salud!
Muchas gracias, Placentino, para mí es un honor poder compartir e intercambiar opiniones contigo y aprender día a día gracias a intervenciones como las tuyas. Encantado de verte por aquí, amigo.
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