Hoy nos hacemos eco de un culto a la muerte practicado, aproximadamente, hace 24.500 años y que ha dado mucho que hablar, no por la forma empleada en el enterramiento sino más bien por la morfología del esqueleto hallado. En concreto, se trata del esqueleto de un niño de unos cuatro años de edad, El niño de Lapedo -O menino do Lapedo-, que fue hallado en 1998 en el Abrigo de Lagar Velho, en el valle del Lapedo, muy cerca de la ciudad de Leiria.
Algunos estudiosos han visto en él características propias de nuestra especie, como es natural por la fecha de su hallazgo, pero también han encontrado algunos caracteres que le hacen asemejarse a los neandertales, por lo que han llegado incluso a la conclusión de que se trata de un híbrido de ambas. Sea o no cierta esta hibridación, desde que se conoció que el Homo sapiens y el Neandertal llegaron a habitar este planeta simultáneamente durante unos miles de años, ésta constituye una de las cuestiones más fundamentales de la antropología moderna.
Las líneas que hoy traemos de José María Bermúdez de Castro, Codirector del proyecto Atapuerca, de su obra de 2009 "El chico de la gran dolina", descartan esta posibilidad en lo referente al niño de Lapedo, pero ahí queda abierta la cuestión de si se pudo dar o no esa hibridación que ojalá futuros hallazgos puedan desvelar.
Abrigo de Lagar Velho
El niño de Lapedo tiene una antigüedad de 24.500 años y representaría, según los investigadores que han realizado su estudio, el testimonio de un mestizaje regional entre los últimos neandertales y los primeros humanos modernos llegados a la Península Ibérica. La morfología del niño de Lapedo es moderna en la mayor parte de sus rasgos craneales, mandibulares y dentales, pero las extremidades inferiores presentan una robustez y un acortamiento relativo de la tibia característico de los neandertales. El niño de Lapedo también presenta una fosa suprainíaca en el occipital, así como otros detalles morfológicos de la mandíbula y del esqueleto poscraneal que se consideran diagnósticos de los neandertales.
Aunque el niño de Lapedo hubiera sido realmente el resultado del cruzamiento de un neandertal y un representante de las poblaciones modernas, no hay argumentos para afirmar que este individuo represente a una estirpe nacida del mestizaje de las dos poblaciones. Se trata de un caso aislado y además muy discutido. La gran mayoría de los rasgos de este niño son típicos de Homo sapiens y podría tratarse de un individuo robusto. Además, este niño fue enterrado siguiendo un ritual característico de las poblaciones modernas, rodeado de conchas perforadas y posiblemente envuelto en un sudario teñido de ocre rojo.
(José María Bermúdez de Castro, "El chico de la gran dolina")
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