Para finalizar diremos que estamos a los pies del que dicen fue un monte sagrado en tiempos celtibéricos por estos pagos, el Ocejón, constituyendo la subida más conocida por la contemplación que se hace, en su subida, de la bonita cascada que cae de la montaña conocida como chorreras de Despeñalagua.
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*Fuente: turismocastillalamancha.es
Si algo caracteriza esta fiesta, es la vistosa vestimenta de los danzantes, en que destaca su alto gorro adornado con flores. Tampoco se queda atrás el botarga, figura tradicional en Guadalajara, vestido de vivos colores. Las danzas que ejecutan, de origen pagano, no estuvieron ligadas a la celebración cristiana hasta el s. XVII, en que por bula del papa León XI, se les permitía“bailar cubiertos ante el Santísimo”.
Los danzantes realizan su primera danza, la de la Cruz, en las eras, tras la misa. De vuelta en la plaza, interpretan la danza de los Molinos, de paloteo, en que parecen luchar blandiendo sus palos al son de la música. Le sigue la danza del Cordón, en que trenzan ocho cintas de distintos colores, alrededor de un palo que sostiene el botarga. Y así, hasta completar las seis danzas que permanecen de esta antigua tradición, que, según los vecinos, llegó a tener hasta doce variantes.
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