Como casi siempre, toda corriente que se salga de la ortodoxia religiosa es perseguida hasta su extinción y más si se ponen en duda ciertos comportamientos de su élite jerárquica y, por supuesto, si pueden suponer el menor atisbo de peligro para sus mezquinos intereses de poder.
El movimiento religioso del catarismo, por lo visto, reunía estas características para el Papado, estaban temerosos respecto a él, y así, una vez más, se dio una nueva persecución en la que, en este caso, fueron los cátaros sus víctimas.
En su huida desde donde se encontraba su principal foco de influencia, el Languedoc y la Provenza, encontraron refugio, en un principio, en nuestra Península Ibérica. En concreto, cruzaron los Pirineos hacia Cataluña, así hoy, recuperando su memoria, y como medio de desarrollo turístico, se ha institucionalizado la ruta de los Cátaros en su huida hacia el sur, cruzando la Cordillera Pirenaica. Pero nosotros vamos, a su encuentro, un poco más al Sur, en El Maestrazgo castellonense, en concreto en la monumental e histórica Morella.
Morella
Corona el castillo de Morella la montaña en la que se asienta la ciudad. Desde sus más de mil metros de altitud, la milenaria fortaleza, vigilante un día, asiste impasible a leyendas y fantasías que han utilizado sus dependencias como escenario de hechos misteriosos…Pese a estar rodeado por otros castillos que pertenecieron a los templarios, éste que nos ocupa no consta, sin embargo, como uno de los dominios de la Orden.
Los que sí habitaron esta localidad, según algunos autores, fueron los cátaros. Así lo afirma la “Guía de los lugares misteriosos y legendarios”: “Los cátaros dejaron en este lugar uno de sus últimos testimonios, pues en Morella se instaló, con algunos fieles, Bélibaste, el último bon-homme del catarismo. Traicionado por Arnaud Sucre, fue detenido en 1321 y quemado en Villerouge-Termenés (Aude), adonde fue trasladado. Bélibaste repetía en Morella su profecía apocalíptica que decía: ‘Los pueblos se alzarán contra los pueblos, los reinos contra los reinos, y será la guerra de todos contra todos; vendrá un rey de la raza de los reyes de Aragón que dará de comer a su caballo sobre el altar de Roma. La Iglesia romana será rebajada y la Iglesia cátara exaltada, y sus ministros honrados en todas partes’…”.
(Guía de la España Encantada)
Los Cátaros expulsados de Carcasona
En 1314, Guillaume Bélibaste, se estableció en Morella, y de ahí pasó al poblado próximo de San Mateo dónde había una comunidad cátara. En San Mateo cogió amistad con Raymonde Piquier, y la hizo pasar por su mujer (los perfectos cátaros hacían ver que eran laicos ante los católicos). Pronto pasó a dirigir la comunidad de San Mateo. En 1320 dejó embarazada a su compañera, cosa que no estaba permitida entre los cátaros, puesto que suponía romper el voto de castidad. Entonces casó a su mujer con su amigo Pierre Maury, a quien atribuyó la paternidad, pero, celoso, deshizo el casamiento. En 1321 fue atraído con mentiras al Languedoc por Arnaud Sicre, un agente secreto de la Inquisición, al pasar por la localidad de Tírvia, en el Obispado de Urgel, fue denunciado por Arnaud Sicre al baile del conde de Foix, señor del lugar, y fue encarcelado en Castellbó. Fue juzgado en Carcasona por Jacques Fournier obispo de Pamiers y responsable máximo de la inquisición en la región, más tarde este hombre sería papa con el nombre de Benedicto XII. Ese mismo año de 1321, murió quemado en Villerouge-Termenès, fue el último perfecto cátaro quemado por la Inquisición.
(Wikipedia)
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