Alcubilla de Avellaneda, municipio soriano en el que se encuentra la Cruz del Diablo - Foto: jaholgado.com |
*Fuente: Hagiotoponimia soriana. La impronta de lo sagrado en el paisaje - Mario Sanz Elorza, Revista de Folklore - Nº 399, Mayo 2015
SANZ ELORZA, Mario
En la cara oscura de las creencias religiosas hemos encontrado unos pocos topónimos alusivos a las brujas y al diablo: Conjuros (El Burgo de Osma), Valdelabruja (Recuerda), camino del Carril de las Brujas (San Esteban de Gormaz), Purgatorio (Valdenebro), la Cruz del Diablo (Alcubilla de Avellaneda), peña del Diablo (cueva de Ágreda) y piedra del Diablo (Blacos). En numerosas iglesias románicas sorianas es posible ver canecillos en portadas y galerías porticadas donde aparecen figuras de demonios, representaciones del infierno y de los pecados que llevan a la perdición de las almas. La brujería como fenómeno antropológico existe en todas las culturas del mundo. Se basa en la existencia en el universo de fuerzas y energías subliminales, no palpables en un grado normal de percepción. Semejantes fuerzas, de acuerdo con esta cosmología, pueden ser usadas para el bien o para el mal. La bruja satánica, tal vez la más prototípica del judeo-cristianismo, opta conscientemente por el mal, y se le asocia con toda una mitología y unos arquetipos (ancianas vestidas de negro, escobas voladoras, conversión en gatos, aquelarres, machos cabríos, las marcas del diablo, los pactos firmados con sangre, la lascivia desenfrenada, etc.). La bruja buena, o el hada, es poseedora, en cambio, de un conocimiento sabio y benéfico. Lo mismo cabe decir del diablo, que en nuestra cultura cristiana se presenta igualmente caracterizado por toda una serie de símbolos y atributos arquetípicos (aspecto caprino, cornudo, cuerpo repugnante, peludo, ojos llameantes, garras de ave rapaz, rabo, alas de murciélago, astuto, mentiroso, seductor, obseso sexual, políglota, incapaz de soportar la sal, el ajo, el ricino, la menstruación femenina, etc.).
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