Los conocidos como Perreros de San Blas de Miraflores de la Sierra - Carlos González Ximénez |
Hoy, con el permiso de los mirafloreños y de las mirafloreñas, queremos desmontar una reciente leyenda que rodea a su festividad de San Blas. Uno de los elementos simbólicos más recurrentes en todos estos festejos, sobre todo entre las mascaradas invernales ibéricas, es el cencerro. Como ya dijimos el otro día en relación a los Joaldunak de Navarra, con estos, al hacerlos sonar, se pretende despertar la vida en los campos, atraer con ello a la primavera y ahuyentar a los malos espíritus. Este mismo ritual se da en Miraflores de la Sierra, población serrana -en la Sierra de Guadarrama- de la comarca de la Cuenca Alta del Manzanares, aunque aquí se cuenta la leyenda de que, durante la Guerra de la Independencia, las tropas francesas que se encontraban acantonadas en Colmenar Viejo atacaron y saquearon Miraflores, haciendo noche tras la toma del pueblo junto a la Ermita o Humilladero de San Blas; esto fue aprovechado por las vecinas y vecinos del pueblo, además de por los guerrilleros escondidos en los bosques y las sierras cercanas, que ataviados con cencerros a su espalda simularon una fuerte estampida de ganado, lo que asustó e hizo huir a los franceses. Según se cuenta de aquí viene la tradición mirafloreña de los conocidos como perreros desfilando en San Blas disfrazados con cencerros a la espalda.
En mi opinión, sin restar interés antropológico a esta leyenda contemporánea, no parece creíble que el ejército más fuerte del momento huyera por una estampida de ganado y, más bien, creo que esta tradición viene, a buen seguro, de mucho más atrás, pues es muy similar a todas las mascaradas y fiestas invernales en las que el cencerro, como he dicho, ocupa un papel importante. Que me perdonen los mirafloreños y mirafloreñas, pero esto más que restarle verosimilitud a su celebración, le otorga un origen mucho más lejano y honra a los paisanos de este pueblo anteriores a este acontecimiento histórico de inicios del siglo XIX, que seguramente ya celebraban esta festividad de un modo más o menos similar con el uso de cencerros, aunque esto no deja de ser una especulación del que esto escribe.
De nuevo he usado, para ilustrar la entrada, una fotografía de Carlos González Ximénez, uno de los mejores fotógrafos sobre festividades de interés antropológico que existen en la Península Ibérica, pues ha hecho magníficos reportajes fotográficos de celebraciones tanto del Estado español, como del portugués.
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