Hoy, un monte -el Monte Arabí- vuelve a ser protagonista en este lugar. Éste constituye un auténtico "filón" arqueológico, pues desde las pinturas rupestres del arte esquemático levantino de más de siete mil años -abrigos de la vertiente sureste -, que forman parte del conjunto de pinturas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998, pasando por las manifestaciones neolíticas en forma de cazoletas y petroglifos, y llegando hasta la romanización, son numerosas las culturas y civilizaciones que han dejado su huella en este monte del término municipal de Yecla. Cabe citar también la cercanía del Santuario del Cerro de los Santos, uno de los santuarios iberos más importantes hallados hasta el momento, donde entre los abundantes materiales aparecidos, destacan sus conocidas como damas y, dentro de ellas, sobre todo la famosa Dama Oferente. Este lugar, del que ya dimos cuenta por aquí, forma parte también del contexto sagrado que constituye el Monte Arabí y de ahí que sea obligada su mención, pues, ciertamente, su silueta preside el horizonte del propio santuario.
El Monte Arabí es un espacio que, realmente, constituye un complejo arqueológico. Hay manifestación humana, de uso y de gestión de ese espacio, prácticamente desde el Epipaleolítico, en un momento de transición entre el Paleolítico y el Neolítico, hablaríamos, por tanto, alrededor de unos 7 u 8 mil años hasta prácticamente nuestros días. La Prehistoria es la época que más manifestaciones ofrece en este espacio. Las estaciones de arte rupestre, de pintura, de cantos de visera (Canto 1 y 2), están en una explanada enorme con una gran visual de control de la llanura circundante, y de los accesos, por las valles corredores. Es un espacio que, probablemente, era un lugar -que así interpretamos- de reunión periódica de grupos humanos que, en ese espacio, contemplaban o sentían algo especial. También podría ser un lugar de intercambio económico y relación social de los distintos grupos humanos. Se puede contemplar una muestra completa de arte levantino, en escenas, como una manada de toros pastando, donde también se puede ver una grulla, ciervos, caballos, es decir, prácticamente toda la fauna que existía en ese momento y un repertorio enorme de pintura esquemática de difícil interpretación, posterior a la naturalista, y que le dan al conjunto una gran espectacularidad. El Arabí es un espacio que contiene muchos tiempos y que el arqueólogo ha de poner en orden con su trabajo. Quizás lo representado ahí tenga un contenido o una explicación totémica de representación de los distintos clanes. La otra manifestación que se da en el Arabí son los grabados rupestres, como las cazoletas, que estarían quizás relacionadas con el culto a la lluvia y que contendrían, de forma ritual, el líquido esencial para que estos grupos de pastores, que se mueven por el paraje en ese momento hace seis, siete u ocho mil años, tuvieran ese líquido fundamental para que el ganado, su sustento diario, pudiera seguir existiendo. Aquí estaríamos en otro tiempo, en esos tantos tiempos que se producen en un espacio como el Monte Arabí.
(Liborio Ruiz, arqueólogo de Yecla)
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