Hoy los protagonistas son estas formaciones rocosas conocidas como mallos, allá por tierras aragonesas, en concreto Los Mallos de la localidad oscense de Riglos. Sus formaciones son tan impactantes, que no sería de extrañar que hubieren sido objeto de culto por parte de antiguos oriundos de aquellos parajes, pues leyendas en las que se demoniza a ciertos moradores de ciertos lugares casi siempre suponen un importante indicio para llegar a dicha conclusión. De todas formas, también hay que citar una leyenda bastante más simpática, la de Pedro el Saltamontes, que como si de un premiado más en un importante sorteo de lotería fuera, partió con el botín a darse la gran vida.
Una leyenda cuenta que anteriormente había en los Mallos de Riglos una aldea, Foz de Escalete, en la que vivía una anciana bruja gigantesca. Su aspecto y tamaño atemorizaban a los aldeanos y cansada de esto, levantó las inmensas rocas y allí se escondió de todos.
(Wikipedia)
Durante la oscura Edad Media los mallos, cuenta la leyenda que fueron habitados por seres malignos que protegían las formaciones rocosas y sus privilegiadas perspectivas. En ese tiempo Riglos fue el efímero Reino de los Mallos, cuando a su muerte Pedro I dejó en herencia a su esposa doña Berta Cruz el único paisaje que podía compararse a su belleza. Poco después Alfonso I el Batallador recuperó los territorios para el Reino de Aragón.
Famosa es también la leyenda que gira en torno a estos riscos, de Pedro el Saltamontes, que apostó con los vecinos que podía saltar desde el Pisón, el mallo más alto de Riglos, al suelo sin sufrir daño alguno. Sólo puso como condición que los espectadores se alejaran del lugar de caída para verle mejor. Nada más saltar corrió con su mujer y el dinero de la apuesta en dirección contraria y nunca más se supo de él.
(www.caiaragon.com)
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