El Chocalheiro - Foto: laotravozdebenavente.blogspot.com |
Son varios los elementos simbólicos que se pueden apreciar en esta mascarada. No podemos olvidar que nos encontramos en el inicio del invierno y, como tal, esta estación oscura es representada a través de monstruos y diablos, como el propio Chocalheiro, el cual tendrá que ser "domesticado" para que su protagonismo no acabe siendo eterno y, por tanto, deje paso a la venidera estación primaveral, la cual traerá de nuevo la vida y la fertilidad a los campos tras el letargo invernal. Esta máscara se materializa en una representación tauromórfica, llevando, como se dijo, en la punta de sus cuernos sendas naranjas como símbolos de prosperidad, además de una vejiga de cerdo en la frente, una serpiente en el rostro y otra en la cintura, sosteniendo, con la mano, una tenaza. Tal y como dijo el lingüista y antropólogo, António Maria Mourinho, que tanto hizo por el mirandés, dialecto asturleonés de Miranda do Douro y alrededores, "el toro representaba para los antiguos la fuerza física y generadora; así, donde este símbolo aparece, ya sea en las culturas neolíticas o en la iconografía o representaciones bovinas de todo tipo, constituye la expresión de la Gran Madre de la Fertilidad" o lo que es lo mismo, de la Gran Madre Tierra, añadimos nosotros.
Las serpientes recreadas son otro importante elemento en esta mascarada, simbolizando a la fertilidad, a la ciencia o sabiduría, además de a la inmortalidad, por mudar la piel este reptil, hecho que se interpretaba como una resurrección o renacer de dicho animal, del mismo modo que la Naturaleza renace tras el invierno o el Sol tras el Solsticio de Invierno, empezando el día, poco a poco, a comer terreno a la noche o lo que es lo mismo, la luz a las tinieblas. Este transcurrir de los ciclos y de las estaciones, es un hecho simbólico que aparece en casi práctica totalidad de estos festejos.
Mañana, como decimos, el Chocalheiro volverá a recorrer las calles de Bemposta; esperemos que por mucho tiempo, pues este tipo de celebraciones o rituales constituyen auténticos tesoros antropológicos que no deberían perderse nunca.
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