Hoy volvemos a la mágica Galicia, en concreto a uno de sus corazones en cuanto a magia y tradición se refiere, la Costa de la Muerte -A Costa da Morte-. Esta se extiende desde Finisterre hasta Malpica, franja costera que encierra numerosas historias de naufragios y rituales de origen pagano, que es por lo que hoy traemos a colación dicho litoral.
El culto a la piedra, tan extendido entre los pueblos antiguos, sobre todo entre los de origen celta, es el elemento sagrado más extendido en Costa da Morte.
Finisterre
En A Costa da Morte hay una serie de lugares que por la riqueza legendaria que conservan se puede afirmar que allí se practicaba algún tipo de culto pagano. Esta religiosidad pagana hace referencia sobre todo al culto a las piedras, como se puede comprobar en las leyendas sobre el Monte Pindo, el Monte de San Guillerme (en Fisterra) y las Piedras de Muxía. Pero además aparecen otros cultos a elementos naturales, como el sol, el mar o las serpientes. Uno de los hechos que nos muestra la fuerza de estas antiguas divinidades es el interés que la iglesia católica puso en cristianizar estos lugares, lo que dio origen a santuarios tan importantes como el Cristo de Fisterra o la Virxe da Barca de Muxía.
Iglesia de la Virgen de la Barca, Muxía. Alrededor de un santuario precristiano, de culto a la piedra, se creó la leyenda de una virgen llegada en una barca, de ahí el nombre.
La piedra, para los primitivos, era símbolo de la invariabilidad, a diferencia de otros elementos de la naturaleza sujetos a cambios. Por tener esa propiedad, transciende de la precaria cualidad humana, que también está sometida a este proceso de cambio, muerte y desaparición. Pero la piedra tan sólo será objeto de adoración o culto en la medida que se relacione con un hecho transcendente que le otorgue sacralidad. Por lo tanto, no se adora a las piedras por el simple hecho de su constitución, sino por una simbología que representa debido a su forma, tamaño, origen, etc. La importancia que tuvo el culto a las piedras en esta parte del noroeste peninsular no fue sólo debido a la variedad de formas que adquieren en estos lugares los granitos, sino por ser para los antiguos el fin de la tierra conocida; y según la creencia de los pueblos celtas, próximo al Alén, para quien el Más Allá, se encuentra en una isla de occidente, denominada Tierra de la Juventud, donde no se conocía la muerte y la felicidad era eterna.
(Daimon, celtiberia.net)
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