Hoy nos acercamos a las tierras de la tribu celtíbera de los olcades, quizás la etnia más desconocida de entre los celtíberos. En concreto nos acercamos a un lugar muy curioso, en el término municipal de Garcinarro, que ha sido interpretado como un templo dedicado al dios Taranis. Este lo constituye una gran roca con forma de cabeza de serpiente y los indicios hacen suponer que constituía todo un lugar de culto celtibérico. El entorno es bastante singular, pues encontramos muchos restos arqueológicos de distintas épocas, como las numerosas tumbas rupestres medievales de Huete o la Recópolis oficial -y la extraoficial de Buendía- a no muchos kilómetros.
Sus collados esconden otro enclave singular como son los vestigios del que pudo ser un antiguo lugar de culto de origen celtíbero. Para entender su significado posiblemente tendríamos que viajar en el tiempo hasta los siglos VII-VI a.C., cuando el pueblo celta se gestó en sociedades dentro de algunas zonas de la Península Ibérica. Un altar, viviendas de piedra y una monumental cabeza de serpiente componen este conjunto de restos arqueológicos que podrían constituir una muestra significativa de los rituales religiosos en honor a Taranis, el dios del trueno, la luz y el cielo que representaba el ruido, la destrucción y la fuerza sobrenatural de las tormentas.Dentro de la mitología celta, lo vemos representado como un hombre con barba a pie o montado a caballo, portando en una mano un rayo o una rueda. Los druidas le dedicaban sacrificios para calmarlo, ya que sus creencias atribuían a Taranis las tempestades y las tormentas. Una inmensa cabeza de serpiente de piedra podría ser un claro indicativo de que allí se asentaba un templo de culto celtíbero.
(El Día de Cuenca)
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