viernes, 19 de septiembre de 2014

Altar rupestre y Santuario de San Quiriaco, Etxauri

Nos acercamos de nuevo a Navarra, a la merindad de Pamplona, y de nuevo de la mano de Julio Asunción, quien nos da una explicación muy interesante del enclave del que vamos a tratar hoy: el Altar rupestre y Santuario de San Quiriaco, en Etxauri. Llama la atención el modo para acceder a él, pues se ha de atravesar por un paso muy estrecho, no más de medio metro, entre dos grandes rocas, lo que parece mostrar un paso sagrado, quizás únicamente abierto para sacerdotes o personas iniciadas en los cultos allí practicados desde bien antiguo, pues no sólo se podrían haber practicado cultos en la Edad del Hierro, sino que posiblemente se remonten al Neolítico, por vestigios aparecidos en la zona. Una vez se sube a lo alto del santuario, la vista que aparece sobre el valle del río Arga y algunos de sus meandros es espectacular. Como bien nos cuenta Julio Asunción, se aprecia la no muy lejana Pamplona y los Pirineos como telón de fondo. Lo más importante de este santuario lo constituye el altar rupestre, con dos tramos de escaleras talladas sobre la roca. La explanada o plataforma superior, espacio al que se llega tras dejar atrás el altar, al ser de gran tamaño y esto unido a los no pocos buitres leonados que en ese lugar abundan, ha llevado a Julio Asunción a traer a colación la práctica llevada a cabo por los celtíberos, tal y como nos cuenta Silo Itálico, de exponer los cadáveres de los guerreros muertos en batalla a los buitres, lo cual suponía todo un honor para ellos, interpretando que estos animales subían a los cielos sus restos, donde se reunían con los dioses. De este modo, el autor que traemos, más que considerar que pudiera ser un altar al uso, como lugar de sacrificios, nos dice que podría haber sido un espacio sagrado de exposición de cadáveres. Julio Asunción también afirma que el sitio podría haber cumplido otra función, como es la de observatorio solar. Pero dejemos que el mismo nos cuente en unas pocas líneas extraídas de su trabajo.

Escalera tallada del altar - Foto: Julio Asunción

*Fuente: Julio Asunción, arqueologianavarra.blogspot.com

Pero lo más impresionante, lo más importante como yacimiento arqueológico, es el altar rupestre al que se accede subiendo dos tramos de escaleras talladas en la roca. Por su forma parece preprado para la exposición de ofrendas en lo más alto. Pero quizás no consistían estas ofrendas en manjares o sacrificios de animales destinados a los dioses. Alrededor nuestro, en este incomparable paraje aéreo enmarcado por la belleza primitiva de las moles de rocas que nos rodean, están los habitantes del lugar: los buitres. Sobrevuelan el santuario antiguo sobre nuestras cabezas como seguramente hicieron desde hace miles de años. Y aquí es cuando hay que recordar uno de los ritos funerarios de los celtíberos narrado por los autores clásicos. Silo Itálico ya nos contaba: "Los celtíberos consideran un honor morir en el combate y un crimen quemar el cadáver del guerrero así muerto: pues creen que su alma remonta a los dioses del cielo al devorar el cuerpo yacente el buitre". El autor Eliano escribe refiriéndose a los vacceos, otra tribu celtíbera: "dan sepultura en el fuego a los que mueren de enfermedad, más a los que pierden la vida en la guerra los arrojan a los buitres, que estiman como animales sagrados". Mi interpretación del yacimiento tiene que ver con este rito funerario. Los celtíberos exponían en determinados lugares, expuestos a los buitres, los cadáveres de los muertos en combate y es probable que también los de las personas destacables en la comunidad. Al descarnar el cuerpo llevaban us espíritu directamente a reunirse con los dioses. Si bien esta es tierra de vascones, las influencias de los pueblos celtíberos, con poblados cercanos al Ebro (Berbinzana, Castejón, etc.) está más que demostrada.

Vistas del valle del río Arga desde el santuario - Foto: Julio Asunción

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