domingo, 29 de abril de 2018

La Cueva de Arpea y las lamias, Orbaizeta

Una creación tan bella de la Naturaleza, como es la Cueva de Arpea, que podríamos decir que es como un ojo en mitad de la montaña, no pudo pasar desapercibida para nuestros antepasados, con lo que, si bien no hemos encontrado ninguna información que acredite que en su interior se hayan hallado restos arqueológicos de ningún tipo, sí cuenta, por otra parte, la leyenda que estamos ante una morada de lamias, unos seres mitológicos femeninos cuyo origen algunos autores lo sitúan en la cultura clásica grecorromana, pero que encuentran una gran semejanza con las encantadas, las moras o mouras, las anjanas o las xanas y otra serie de divinidades femeninas de similares características.
En este caso nos encontramos en el municipio navarro de Orbaizeta, con lo que hay algunos investigadores incluso que nos dicen que no son otra cosa que distintas representaciones realizadas de un único personaje de la mitología vasca, como sería la propia diosa Mari, que tantas veces hemos mencionado en el blog y que tanta moradas tiene por todo su ámbito de "actuación". En el contexto mitológico en el que nos encontramos se dice que las lamias -lamiak o laminak en euskera- ayudaron, al igual que hicieron los gentiles, esos otros personajes igualmente tan importantes en aquella mitología, en la construcción de dólmenes, crómlech y demás megalitos, e incluso de puentes.
A modo de despedida de estas líneas y dando más anotaciones geográficas de esta cueva, hemos de decir que se encuentra entre los valles de Aezkoa y Garazi, a la entrada, prácticamente, de ese bosque y entorno natural tan maravilloso conocido como la Selva de Irati.

Cueva de Arpea - Foto: sakon.es

Fuente: senditur.com

Puerta a otro mundo y refugio de lamias, cuenta la leyenda que hace ya algunos años frecuentaban los pastos cercanos a la Cueva de Arpea un padre que enseñaba a su hijo la labor del pastoreo. Éste entre otras muchas cosas le contó a su hijo de los embaucadores cantos con los que las malvadas lamias, los días en losz que la niebla apenas dejaba ver unos pocos metros más adelante, intentaban atraer a los pastores para apoderarse de ellos y de sus rebaños. Y llegó el día en el que el joven pastor, con la imprudente seguridad que le daban sus pocos años y sin ser consciente de su todavía escasa experiencia, decidió dar una sorpresa a su padre y tras ordeñar a las ovejas marchó con el rebaño antes de que éste despertara para sí liberarle de parte de sus quehaceres cotidianos. Sin percatarse del mal tiempo que se le venía encima el joven se adentró en la montaña, más cuando quiso darse cuenta ya era tarde, la niebla todo lo cubría. De pronto comenzó a escuchar un dulce canto, el joven, preso del embrujo, siguió a la dulce voz que estaba escuchando. Mientras tanto en la cabaña de pastores el padre ya había despertado y preso del pánico al ver la falta de su hijo y su rebaño corrió montaña arriba en su busca sabedor de los peligros que acechaban a su hijo. Al rato escuchó los incesantes ladridos de los perros que siempre lo acompañaban con el rebaño, más una enorme tristeza lo invadió al llegar hasta ellos y comprobar que de su hijo y su rebaño nunca más sabría, ya que los perros ladraban y rascaban furiosos con sus patas la pared interior de la Cueva de Arpea.



lunes, 23 de abril de 2018

Los Crómlech de Eteneta, Urnieta

Seguimos trayendo al blog distintos megalitos, como llevamos haciendo, poco a poco, en estos 9 años que han transcurrido desde que se inició este blog. Hoy, como en nuestra penúltima ficha, traemos, de nuevo, un ejemplo norteño y también en forma de crómlech. En concreto, me estoy refiriendo al Crómlech de Eteneta, en el municipio guipuzcoano de Urnieta o, más bien, habría que decir a los crómlech, pues son dos y no uno en realidad. Al igual que en el caso del Crómlech de Orgambide, se componen de una serie de piedras configurando sendos círculos y un gran menhir o monolito. Continuando con la comparativa, los Crómlech de Eteneta tienen un diámetro menor que el de Orgambide, pues únicamente, el mayor de ellos, tiene 4,50 metros, no superando las piedras que lo componen el medio metro de altura, salvo el menhir del que hablamos, que supera los 2 metros de altura, que serían 3 metros, si contáramos el metro que mantiene enterrado.

Foto: pinterest.es

Los dos crómlech fueron descubiertos para la ciencia de la Historia en 1951 por Luis Peña Basurto, mientras que J. Altuna y K. Mariezkurrena hallaron en 1978 el menhir tendido en el suelo, el cual se encontraba cubierto de hierba y matorral.
El conjunto se encuentra bastante cerca de las cimas de los montes Adarra y Onyo, con lo que podría estar sacralizando todo el entorno en su conjunto, pues ya conocemos el gran contenido simbólico que guardan las montañas desde bien antiguo. En concreto el paraje es conocido como los rasos del Collado Eteneta, de ahí el nombre que ha recibido el propio crómlech.


domingo, 22 de abril de 2018

El Tributo de las Cien Doncellas, el rey Silo y la Iglesia de San Juan, Santianes-Pravia

Muchas leyendas medievales, que han llegado a nuestros días, más o menos deformadas, a través de lo recogido por cronistas de siglos posteriores y, sobre todo, a través de la tradición oral, realidad cultural mucho más rica desde un punto de vista antropológico, encuentran sus orígenes en tiempos bastante lejanos, anteriores al medioevo, como el ejemplo que hoy traemos.
En concreto se afirmaba que en tiempos de Silo, el rey asturiano que reinó entre los años 774 y 783, éste entregaba cien doncellas de su reino a los omeyas del Emirato de Córdoba como tributo para que los musulmanes no invadieran su territorio. Con posterioridad se cree que esto no es más que una leyenda, como bien explicó Juan García Atienza en su obra "La cara oculta de Felipe II", del que extraemos las líneas donde esto se dice, en las que explica que seguramente dicha leyenda, verdaderamente, encuentra sus raíces en antiguos cultos, de tiempos célticos, en los que jóvenes muchachas hacían ofrendas a las divinidades.

Iglesia de San Juan de Santianes - Foto: flickr.com

Fuente: La cara oculta de Felipe II - Juan García Atienza

Hace ya años, a fines del XIX, mientras se procedía a realizar obras de apuntalamiento y restauración en la iglesia de Santianes de la ciudad asturiana de Pravia, que fue sede de los primitivos reyes cristianos surgidos en el lejano norte peninsular tras la invasión musulmana, los que llevaban a cabo aquel trabajo pudieron comprobar la autenticidad de una tradición ampliamente difundida por la comarca y consignada por alguno de los escritores que describieron en el pasado el tesoro arquitectónico que encerraban las iglesias del llamado estilo prerrománico asturiano. Conforme se venía asegurando de fuentes populares, aquel viejo templo de Santianes, aunque muy transformado por el tiempo, había sido mandado construir en el siglo IX por el rey Silo, uno de aquellos monarcas, con Aurelio y Mauregato, a los que los cronistas de la Reconquista llamaron holgazanes por el simple hecho de haber reinado sin emprender campaña alguna contra los árabes invasores de la Península. Concretamente, a Silo se le reprochaba haber cedido a las prepotentes exigencias de los musulmanes y haberse convertido en el cobarde inductor del legendario Tributo de las Cien Doncellas, comprometiéndose y comprometiendo a sus sucesores a entregar anualmente al Califato de Córdoba cien muchachas vírgenes a cambio de mantener la paz en su territorio, siempre amenazado por las aceifas veraniegas del Islam. La realidad ha demostrado que aquel Silo fue más bien un monarca pacífico, que prefirió ocuparse de sus problemas internos y de su gente, antes que enzarzarse en guerras que sólo habrían contribuido a impedir que su pueblo viviera en paz. La historia ha venido a constatar, además, no sólo que aquel tributo no era más que una leyenda -profundamente simbólica, pero leyenda-, sino que su profunda incidencia en la tradición peninsular respondía a esquemas culturales y religiosos procedentes de tiempos muy anteriores al cristianismo y conservados en el inconsciente colectivo bajo la apariencia de un relato legendario con aspiraciones históricas. Sus orígenes podrían fijarse en tiempos oscuros en los que los ritos propiciatorios para invocar los favores fecundantes de la tierra pasaban por la entrega de ofrendas a la divinidad telúrica llevadas a cabo por muchachas púberes de la comunidad, que serían las encargadas de llevar los tributos al dios o, más probablemente, a la Diosa Madre de la tierra.


sábado, 14 de abril de 2018

El Crómlech de Orgambide

Leyendo sobre dólmenes, menhires, crómlechs y megalitos en general, en nuestra Península Ibérica, he conocido de un crómlech de los más bonitos que haya visto nunca, al menos en fotografía, pues aún no tuve la suerte de poder visitarlo, pero, si las circunstancias acompañan, espero hacerlo algún día. Hablo del Crómlech de Orgambide, en pleno Pirineo, entre Navarra y la frontera con Francia, en una zona en la que los megalitos abundan. Pero la ubicación exacta no he sido capaz, todavía, de localizarla, pues desconozco, incluso, identificar en qué municipio se encuentra, con lo que pido colaboración a cualquier lector que nos pueda dar luz sobre el asunto. El paraje, rodeado de montañas, tiene todo el aspecto de ser muy sugerente, como no podía ser de otra manera, pues ya sabemos que los enclaves en los que se situaban los megalitos no se elegían sin la existencia de una conexión telúrica o paisajística que reuniera ciertos condicionantes, como sería el caso.

El orificio y los grabados astrales en el Crómlech de Orgambide - Foto: pinterest.es


En un calvero, de un bosque, se halla este crómlech, del que he podido contar unos veintisiete menhires, de entre los que destaca uno de mayor tamaño, situado en la parte central del círculo del crómlech, con un orificio en su mitad superior y un par de grabados, que parecen representar símbolos astrales o, habría que decir, más bien solares, con lo que entendemos que podríamos estar ante lo que fue un santuario astronómico, pues en momentos determinados del día y del año, además, los rayos del Sol se introducen por este orificio, como se puede comprobar en la siguiente foto que aportamos.

Los rayos del Sol introduciéndose por el orificio del menhir en el Crómlech de Orgambide - Foto: pinterest.es

El Picu Castiellu y la Cueva de La Mora, Soberrón-Llanes

Gracias a un amigo del blog, Xabel Ron, hemos conocido la existencia de un nuevo ejemplo de lugar de "moras", que no son otra cosa, como tantas veces hemos comentado por estos lares, que antiguas divinidades que nada tienen que ver con personas -en este caso del género femenino- de origen magrebí, sino más bien con las xanas, las anjanas, las mouras o las encantadas o encantás; incluso hay quien dice que la diosa Mari, de la mitología vasca, como también comentamos en más de una ocasión, pudiera ser una divinidad similar o con un origen común a todas ellas.
Suelen habitar lagos, fuentes o cuevas, como es el caso de hoy, pues nos acercamos a una montaña, el Picu Castiellu (todo lo que lleve la palabra castillo, castillejo, castilviejo, castro, etc, suele esconder vestigios antiguos, antiguos cultos o antiguos antiguos mitos, como es el caso) en el que existe una cueva, que es la Cueva de La Mora, donde reside la divinidad a la que hacemos mención. En palabras del propio Xabel Ron, al que volvemos a agradecer el que nos haya dado a conocer este enclave, son señoras del tiempo atmosférico, receptoras de ofrendas, benefactoras a veces, pero vengativas en otros casos. Así se dice en Soberrón, población cercana al Picu Castiellu y a la Cueva de La Mora, en el concejo de Llanes, en relación a su poder atmosférico, que esta mora es panadera y cuando enciende el horno para hacer pan o torta, es cuando sale la niebla o se forman las nubes. 
Como fuente, traemos un pequeño fragmento de un texto de Cristobo de Milio Carrín, que siendo sencillo de entender para un castellanohablante, hemos preferido mantener, sin traducir, de la original lengua asturleonesa.

El Picu Castiellu - Foto: llanestotal.com

Fuente: Cristobo de Milio Carrín

En Picu Castiellu ta la Cueva la Mora, na que vive una Mora encantada que puede bendecite, si-y lleves "regalos" (ofrendes) o maldecite, y matate el ganáu.
La mora ye panadera, ya cuando prende el fornu, pa facer torta, ye cuando sal la niebla o les nubes. 


viernes, 13 de abril de 2018

La Capela do Senhor da Pedra, Miramar-Vila Nova de Gaia

Nos acercamos de nuevo a Portugal, a la freguesia de Miramar, en el concejo de Vila Nova de Gaia, siendo esta última una ciudad de gran población, la que se encuentra en el margen izquierdo de la desembocadura del Duero en el océano, justo en la orilla opuesta a la famosa ciudad de Oporto. En Miramar encontramos una curiosa capilla cristiana -La Capela do Senhor da Pedra- construida sobre una formación rocosa junto a la orilla del océano, en mitad de una playa, que llama en gran medida la atención, ya sea a persona conocedora de estos curiosos sincretismos que tanto nos gustan en este blog, o para cualquier otra, ajena a estas temáticas, por lo inusual de su localización. Rápidamente uno se percata de que si se ha elegido ese lugar, como enclave para construir un templo, tan expuesto a los vientos marinos, a las subidas y bajadas de las mareas, tan poco protegida..., es porque esa roca debe esconder algún secreto; secreto que ha sido desvelado por el texto, en lengua portuguesa, recogido en unos azulejos a la entrada, en los que se dice que este templo se construyó sobre lo que fue un antiguo altar pagano. Es algo totalmente excepcional, para nosotros, el encontrar una referencia a ese pasado sacro, anterior a la religión vigente, en un propio templo cristiano; tanto que nunca habíamos conocido un ejemplo igual, en dicho sentido, ni conocemos, tampoco, ningún otro a día de hoy.
Sobre las huellas existentes del pasado, es muy poca la información que hemos encontrado, más allá de la mención de un posible petroglifo en forma de herraje de caballo existente en el interior del templo (no sabemos a qué tipo de herraje se refiere) sobre el que se han generado distintas leyendas dentro de la mitología cristiana y que, según la fuente que aportamos, en la actualidad se siguen celebrando distintos cultos de tinte pagano, no sabemos si fruto de lo conocido como neopaganismo, o que hunden sus raíces en un lejano folklore, lo que lo haría mucho más interesante, evidentemente. Lo que sí conocemos es la existencia de una especie de romería al lugar celebrada todos los años, que podría provenir, como siempre decimos ante ejemplos similares, de la continuación de otras congregaciones y peregrinaciones al lugar mucho más antiguas.

La Capela do Senhor da Pedra rodeada de agua con marea alta - Foto: sobreportugal.com

Fuente: Andre Santiago

El interior de la capilla contiene tres altares además de un objeto único cuyos orígenes no se han podido establecer y una roca en forma de herraje de equino. Nadie se ha percatado de cómo pudo formarse esa marca, aunque se narran muchas historias explicando sus orígenes. Por ejemplo, algunos afirman que el burro de la Virgen María  dejó su huella sobre la roca, mientras que otros cuentan que fue el caballo de Sebastián I (rey portugués del siglo XVI) quien dejó su pisada en un día de niebla.
A pesar de la conversión del enclave a la fe cristiana, numerosas ceremonias secretas relacionadas con cultos paganos aún se producen allí durante las noches de luna llena. Se dice que se pueden encontrar con frecuencia velas derretidas olvidadas por quienes los practican sobre las piedras y arena al costado de la capilla.
Una celebración  menos secreta es el peregrinaje anual y el festival -con duración de tres días- para conmemorar el pasado ancestral del lugar. Este festival proviene de una tradición muy antigua y se celebra en mayo o junio durante el domingo de la Trinidad: primer domingo de Pentecostés del Calendario Litúrgico de la Cristiandad Occidental)  y dura hasta el siguiente martes. El último día se celebra una procesión desde el centro de la ciudad hasta la capilla protagonizada por mujeres que mantienen su identidad en secreto.

El mosaico de azulejos donde se dice que la capilla se encuentra sobre un antiguo altar pagano - Foto: ancient-origins.es
El municipio de vila Nova de Gaia marcado en rojo, sobre territorio portugués

sábado, 7 de abril de 2018

La Quema del Judas 2018, Tielmes

La pasada semana visitamos Tielmes virtualmente en este blog para hablar del Risco de Los Mártires, pero también nos acercamos presencialmente, dos días después, el pasado domingo, para conocer el festejo de La Quema del Judas, al que habíamos dedicado ficha, a la distancia, en octubre de 2015, a la que nos remitimos en cuanto a la explicación de los detalles de este ritual: http://iberiamagica.blogspot.com.es/2015/10/la-quema-del-judas-tielmes.html.
Únicamente, a modo de recordatorio, diremos que pese al barniz cristiano que existe alrededor de esta celebración, estamos claramente ante un festejo ancestral de origen pagano, de celebración de la primavera, de culto al árbol y de ritualidad alrededor del fuego, ese elemento simbólico que, igualmente, hace acto de aparición en tantas otras celebraciones de orígenes remotos, como la que nos ocupa. Fue emocionante poder vivir en in situ, por primera vez, este festejo, donde gran parte del pueblo, no sólo los mozos encargados de la confección del judas (los juderos), sino muchos otros vecinos de mayor edad se implicaron en el izado del Judas, terminando el festejo con la quema del mismo para dejar atrás lo malo y esperar lo bueno que ha de venir, en un cambio de ciclo, como es esta estación primaveral que acaba de comenzar. El mensaje de este año, que acompañó al judas, fue No al maltrato infantil, con la elección de un personaje relacionado con dicho mensaje que hizo de cabeza del judas. Acompañamos la ficha de un extenso montaje videográfico en el que pude registrar gran parte del festejo, además de unas cuantas fotografías que tomé del mismo.

 











Fotos: Iberia Mágica


Escudo de la localidad, donde se puede observar, en su mitad izquierda, La Quema del Judas.

viernes, 6 de abril de 2018

El solsticio invernal, el fuego y la madera sagrada

Hemos cruzado, hace más de dos semanas, la frontera en la que la noche y el día se equiparan. Desde ese momento, aún cercano, la luz ha tomado la delantera a la oscuridad, en esa eterna lucha de vaivenes, con lo que los cencerros y las mascaradas de meses pasados consiguieron su objetivo, y, así, poco a poco, hasta el próximo Solsticio, seguirá aumentando su ventaja. Pero ahora no nos acercamos al próximo Solsticio, sino al invernal que quedó atrás; y lo hacemos para dejar constancia de una serie de curiosos rituales que conocimos de la lectura del famoso libro de Fernando Sánchez Dragó, "Gargoris y Habidis", del que hemos extraído más de una anotación tiempo atrás, cosa que hoy también hacemos. 
El fuego, como elemento ritual que trata de dar siempre fuerza al Sol en sus ciclos estacionales, la madera o leña, como materia prima perteneciente al sagrado árbol y el periodo del Solsticio de Invierno, con la "muerte" de un sol y el "nacimiento" de otro, dan como resultado un ciclo de magia que impregna elementos como la propia madera, combustible del fuego sagrado y ritual -y del débil Sol invernal- que enriquecieron el rico acervo cultural y antropológico ibérico -y de otros tantos lugares del mundo-, siendo las siguientes líneas un claro ejemplo de ello.

La tronca de Navidad, típica de Aragón - Foto: plus.google.com

Fuente: Gargoris y Habidis. Fernando Sánchez Dragó.

En otra página de este libro llamé a las fiestas navideñas "olla podrida en la que se cocieron los partos de todos los héroes solares". Una fauna que entre nosotros, con la venia del padre Hércules, distó mucho de escasear. Y así, San Martín Dumiense, obispo de Braga en una centuria remota y bárbara cuyo ordinal ahora no recuerdo, menciona la inextirpable costumbre de quemar troncos por nochebuena, tildándola ni más ni menos que de abyecta paganía. ¿Exageraciones de prelado?. No lo creo. El tiempo se encargó de justificarlas, pues colea hoy el hermoso y nefando rito precisamente donde entonces coleaba. O sea: por doquier.
En las demarcaciones lucenses de Becerreá y Cervantes -sobra especificar el día- los campesinos no han renunciado por completo a la querencia de encender una bauza de feroz volumen, cuyo destino consistirá en crepitar con lumbre nueva cada amanecer, si es posible, de cuantos traiga el año. Y ese cepo tiene (o adquiere) virtudes mágicas: el paterfamilias conserva cuidadosamente sus últimas astillas y carbones para quemarlos o requemarlos con unción en caso de pedrisco, catástrofe y necesidad.
En Asturias, como en toda Galicia, acaso muchos sigan creyendo que la extinción del fuego en el llar acarrea malaventuranzas.
En Cantabria circula aún la especie de que "si se apaga el travesero / habrá enfermos en enero". La voz en cursiva vale por trashoguero o nochebueno, palabra esta última que sola se trasluce.
En Aragón arde el tronco de navidad hasta el día de inocentes y luego se desparraman sus cenizas por las zanjas de la sementera. Tampoco es costumbre que necesite de apostillas.
En Cataluña, o en algunos villorios catalanes, no ha mucho que los vecinos socarraban lentamente la madera del nochebueno hasta sonar la epifanía y después guardaban el muñón en cualquier sótano para que sirviera de tácito amuleto a los habitantes de la casa. Y aún más: a los doce meses, ese mismo tizón, otra vez en ascuas, transmitía su fuego rancio a la nueva tronca, convirtiéndose así en testigo y garante de la legitimidad navideña.
Quedan por las aldeas castellanas, levantinas y andaluzas no pocos vestigios de un trajín muy similar. 
 
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