Cumpliendo nuestra promesa, volvemos a Cabezo Lucero. Tras hablar de la Dama de Guardamar y, posteriormente, contemplar Cabezo Soler desde este poblamiento contestano, hoy visitamos su necrópolis, una de las más importantes del mundo íbero que ayudan a comprender, en mayor medida que otros yacimientos, la realidad religiosa de este antiguo pueblo peninsular. Cabezo Lucero se encuentra junto a la carretera que une Guardamar del Segura con Rojales, con una vista espléndida sobre el valle del río Segura, muy cercano ya a su desembocadura en el Mediterráneo. Hace más de dos milenios, cuando este lugar se hallaba habitado, el ancho valle estaba constituido por una extensa albufera o marisma.
En esta necrópolis se hallaron alrededor de cien tumbas. Los íberos incineraban los cadáveres para después, en la forma usual para tantos pueblos, recoger las cenizas en una urna que era enterrada, pero en esta necrópolis se han hallado, además, algunas incineraciones en el propio lugar de enterramiento, lo que no es muy común. Destaca también el gran número de panoplias encontradas, pues en más de la mitad de las tumbas aparecieron distintas armas, como falcatas, lanzas o puñales, lo que ha hecho pensar que este poblado tuviera un importante número de soldados, quizás destinados a controlar esta importante zona de desembocadura del Segura.
Fuente: Julio Asunción, arqueologiaalicante.blogspot.com.es
Lo habitual entre los iberos era la incineración del cadáver en un lugar específico (ustrinum) para después recoger los restos y cenizas y depositarlos en una urna o vasija funeraria que era enterrada en estos lugares sin duda sagrados para ellos. En esta necrópolis además de este tipo de rito se da otro poco común en esta cultura. Se realizaron varias incineraciones in situ, es decir en el mismo lugar de enterramiento. Estas cremaciones primarias solo se dan en hombres adultos y parece ser que sólo se han documentado en esta necrópolis y en la desaparecida de la Albufereta, también en la provincia. En algunos de los hoyos practicados en el suelo todavía se puede apreciar las huellas del fuego.
Para las culturas antiguas el fuego era sagrado ya que era el bien más preciado por los dioses. La cremación supone la preservación del cuerpo al sustraerlo de la descomposición. Además, al convertirlo en humo lo eleva hacia los dioses, otorgándole la inmortalidad.
También se realizaban libaciones con vino y aceite como manera ritual de apagar las cenizas y purificar los restos tal como parece desprenderse de la aparición de vasos rotos y quemados sobre las cenizas de las inhumaciones in situ. Otro rito que se realizaba en las proximidades de las tumbas consistía en la realización de ofrendar al difunto alimentos quemados que no eran consumidos por los vivos. Del conjunto de incineraciones más de un 30% son incineraciones in situ, un 42,85% en urna y el 26,98% de las cenizas son depositadas directamente en la oquedad, sin urna cineraria.
Otra singularidad de Cabezo Lucero son los túmulos rectangulares, hoy ruinosos, que eran coronados con figuras animales de carácter sagrado que tenían la misión de guardar los restos del difunto y proteger el lugar sagrado.
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