Hoy realizamos nuestra primera visita a la ciudad más mágica y con mayor número de enigmas y leyendas seguramente de toda la 
Península Ibérica. Así que, con toda seguridad, no será la única vez que nos acerquemos, en 
Iberia Mágica, a esta maravillosa ciudad. Algunos, aunque no tan agraciados como los que en ella residen, tenemos la fortuna de vivir a no mucha distancia de la misma, pudiendo repetir así visita con bastante frecuencia, pues 
Toledo no se conoce en una, dos, o tres jornadas, yo diría que se necesitarían varias vidas y, aun así, nos quedarían infinidad de enigmas por resolver y su poder para sorprendernos una y otra vez continuaría vigente con mayor intensidad, si cabe, que el primer día.
Hoy, en concreto comenzaremos por el lugar con más tinte ancestral de toda la ciudad, este enclave no es otro que 
El Valle, en concreto, la hoz del 
río Tajo, que en forma de herradura abraza a la antigua ciudad por el 
Este, el 
Sur y el 
Oeste. En la orilla opuesta a 
Toledo nos encontramos con el 
cerro del Bú, donde algunos dicen que se encuentra el poblamiento originario de la ciudad, y sobre todo, hacía el mediodía, los protagonistas de hoy, la 
ermita de la Virgen del Valle y, tras ella, un cerro con forma cónica conocido como la 
Peña del rey Moro. El lugar tiene ese tinte de sacralidad ancestral que desprenden todos aquellos enclaves naturales impactantes. Así, existiendo constancia de antiguas ruinas en el 
cerro del Bú, no es extraño que en las proximidades de la ermita, tan cercanas a dicho antiguo poblamiento, existiera algún lugar sagrado para sus antiguos moradores y ahí entra en juego la intuición de un servidor, seguramente errónea, en cuanto a la 
Peña del rey Moro, tan próxima a la actual ermita de la 
Virgen del Valle; especulación que me puedo permitir traer hasta aquí, pues no es mi intención, ni tengo posibilidad, de sentar cátedra ni sobre éste ni sobre ningún otro asunto, simplemente opino, o más bien divago, en un humilde sitio como éste, cuyo morador es aficionado a estas temáticas.
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| Toledo visto desde la Peña del Rey Moro, con la ermita de la Virgen del Valle abajo - Iberia Mágica | 
La leyenda "oficial" del lugar nos cuenta que en el año 1083, reinando en 
Toledo el rey musulmán 
Yahia Alkadir, éste pidió ayuda para defender la ciudad, pues 
Alfonso VI, rey de 
Castilla, tenía la misma cercada. Ante la imposibilidad de recibir ayuda de los reinos de Taifas de 
Zaragoza y 
Badajoz, pues sus reyes habían fallecido antes de poder prestar dicho socorro, tuvo que acabar recurriendo a los monarcas del norte de 
África, mandando éstos a un emisario para que evaluara la situación y las necesidades reales y así prestar la ayuda necesaria. El mensajero elegido fue el príncipe 
Abul-Walid. Éste a su llegada conoció a la joven hermana del monarca toledano, de nombre 
Sobeyha, quedando los dos profundamente enamorados. Así, cuando tuvo que volver para realizar su cometido de informar, juró a la joven que volvería para estar ya siempre junto a ella, pero cuando se formó el ejército y volvió él a la cabeza del mismo, 
Toledo ya había sido tomado por los cristianos y su amada había muerto de pena por la desgracia de su familia -perdió a una hermana cuando la ciudad fue asaltada- y, sobre todo, ante la idea de no volver a encontrarse con su amado. Pero antes había dejado un mensaje para 
Abul-Walid, que le fue transmitido cuando llegó a las cercanías de la ciudad sin conocer que ésta había sido ya tomada por las tropas enemigas y, por supueso, sin tener noticia alguna de la muerte de su amada. En el mensaje decía que había muerto pensando en él y que no tratara de recuperar la ciudad. Pero 
Abul-Walid no hizo caso y acampando en la zona de 
El Valle, al otro lado del río, se dispuso a tomar la ciudad. Pero una de las noches, un grupo de guerreros, con 
El Cid a la cabeza, que se encontraba a las órdenes del rey 
Alfonso VI, atacó por sorpresa el campamento de 
Abul-Walid, extendiendo el pánico entre las tropas musulmanas, que llegaron ante la confusión y la nula visibilidad nocturna a luchar y darse muerte entre sí. A la mañana, los pocos supervivientes se rindieron y antes de su huida encontraron a su monarca muerto sobre la 
Peña hoy conocida en su honor como del 
Rey Moro, donde le enterraron. Dicen los toledanos que las noches de luna, al mirar a las piedras desde 
Toledo se ve el cuerpo del rey moro subido a la peña contemplando las calles y torreones de 
Toledo, por donde paseaba con su amada.
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| Peña del Rey Moro - Iberia Mágica | 
Ésta es la leyenda tejida en torno a este lugar. Pero ahora entra en juego mi hipótesis y no es otra que tratar de deducir su antigua sacralidad. Hay una serie de elementos que confluyen en este enclave que pueden suponer un indicio en cuanto a dicha posibilidad, aunque claro está, falta toda huella arqueológica que verifique lo que vengo a decir, por eso no pasa de ser una mera hipótesis personal, hipótesis seguramente planteada por otras muchas personas con anterioridad, o quizá no, ante tal supuesto absurdo. Pero yo me aventuro, pues la proximidad de la ermita -indicio en bastantes casos de cristianización de lugares ya eran sagrados con anterioridad-, del 
poblamiento prerromano y la 
forma cónica del cerro con un gran cúmulo de rocas de granito de sugerentes formas, me traen a la memoria otros lugares de cultos naturalistas ancestrales bastantes similares, donde la roca, el agua, el cerro cónico y el impacto visual lo hacen idóneo para que hubiera podido ser elegido por los antiguos moradores de 
El Valle, esos antiguos toledanos que eligieron un lugar, que con el tiempo quedaría inmortalizado en la Historia universal, como su lugar de culto. Ahí dejo caer mi intuición, que seguramente no sea más que una simple elucubración sin fundamento empírico, pero siempre que paseo por el espectacular 
Valle y contemplo la ermita en la parte baja de la propia 
Peña, no puedo evitar que en mi mente brote dicha reflexión.