La lucha entre la Luz, con su colorido, y la oscuridad, con lo siniestro, además de la prominente fecundidad que está por venir con la Primavera, vuelven a conjugarse en un festejo de raíz inmemorial, que ojalá no se extinga, como le ocurrió a otras celebraciones, y pueda seguir volviendo cada Sábado Grande de Carnaval.
Foto: villaresdejadraque.com |
Fuente: turismocastillalamancha.es
Mozos y casados de Villares de Jadraque salen el sábado de carnaval rompiendo el silencio con los numerosos cencerros que cuelgan de las amugas o angarillas que llevan sobre sus hombros, rematando el otro extremo de esta herramienta agrícola, atan grandes cuernos de vaca. La tela de arpillera que cubre su rostro les da un aspecto siniestro, de hombres sin rostro que el sombrero de paja potencia más aun si cabe, el pantalón negro y el mantón de rojo y grueso paño llamado "cobertón" les da un vistoso aspecto entre las pardas casas del pueblo.
Estos vaquillones van en grupo y se dedican a perseguir con pitidos y bufidos a mozas y chiquillos el sábado de carnaval; este mismo día se disfrazan otros personajes típicos en el pueblo llamados "zorramangos": algún vaquillón no uniformado, hombres de paja, el dientes de patata (especie de vampiro tiznado de hollín como los diablos de Luzón)... en fin, personajes en otro tiempo bastante típicos, muy cercanos a la cultura agrícola y ganadera de nuestra tierra y que nos dan idea de la maravillosa inventiva de nuestros antepasados.
Antiguamente el Ayuntamiento invitaba a vino a los vaquillones para refrescarles (o más bien calentarles) de sus carreras tras las mozas y por la noche se celebraba un baile de carnaval que sin duda sería digno de verse dada la variedad de estos disfraces realmente populares.
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