En cuanto a su posible significado, dejemos que Antonio González Cordero nos cuente, a través de las siguientes líneas extraídas del último número de la Revista Las Hurdes -nº 35, Época III, julio de 2017-, de la que extraemos también sus fotografías. Resulta muy curiosa la vinculación que realiza con romances y leyendas donde aparece la figura del último rey godo, antes de la llegada de los musulmanes, figura histórica que también se relaciona, por parte de la leyenda, con la no lejana población de Ciudad Rodrigo.
Fuente: Antonio González Cordero, "Los grabados del pico del Arrobuey" - Revista Las Hurdes, nº 35 -julio 2017
No hay pues una idea clara de su significado, ni de la intención de los grabadores, tan sólo una observación detallada del lugar donde se hallan puede ayudarnos a esclarecer parte del misterio que encierran estas figuraciones. En ese sentido, resulta obvio que varios conjuntos comparten ubicación, al reiterar su presencia junto a caminos, circunstancialmente algunos de los más antiguos, es decir, aquellos que con economía de tiempo y esfuerzo permitían desde tiempo inmemorial comunicar el interior de la comarca e incluso atravesarla.
Tal exposición, manifestaría a nuestro juicio un deseo explícito de ser visto, lo cual cabría interpretar, a tenor del significado intrínseco del armamento, como una advertencia para quienes transitan por estas sendas, cobrando sentido así la críptica frase cincelada en el Teso de los Cuchillos -"Arma Mea Cave" (guárdate de mis armas)-.
Otra historia es explicar por qué razones gentes de un mundo que parecía ajeno a Las Hurdes irrumpen repentinamente en su historia legándonos un conjunto de manifestaciones que de otra forma se podría entender como tentativas de establecer delimitaciones territoriales. ¿son acaso expratriados, refugiados, o simplemente transeúntes ocasionales?, posiblemente nunca lo sepamos, pero lo cierto es que protagonizaron uno de los fenómenos más singulares de la iconografía hurdana, y tal vez sin querer, alimentaron los romances y leyendas que muchas veces oí recitar, como probablemente las oyó Romualdo Martín Santibáñez, como aquella que habla del periplo de Don Rodrigo y los últimos guerreros de un reino derrotado, cuyos pasos se pierden en las fragosidades de estas montañas.
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