Cueva de Supelegor - Foto: menditxoko.blogspot.com |
Fuente: El Diario Vasco
Si los dioses y los espíritus suelen refugiarse en las montañas más abruptas y los bosques más cerrados, se entiende que el macizo calcáreo de Itxina sea uno de los terrenos prolíficos de la mitología vasca. Allí, en la cueva de Supelegor, tiene una de sus moradas la diosa madre Mari, la que atraviesa los cielos envuelta en llamas, la que hace estallar tormentas cuando se junta bajo tierra con su marido Sugaar, que se presenta en forma de serpiente de fuego; en esa cueva también viven sus servidoras las sorgiñas (brujas) y las lamias (seres con aspecto de mujer, aunque con un pie de cabra o de pato, amantes fogosas que enloquecen a los hombres). Y en los hayedos del lugar pasea Basajaun, el peludo hombre de los bosques, un gigante bonachón -cuando se le trata con respeto- que protege a los rebaños de los lobos.
¿Y por qué es Itxina uno de los mejores refugios para las leyendas? Porque estamos ante uno de los paisajes más misteriosos de nuestra tierra. Imaginemos un enorme tazón de piedra que se alza a 1.000 metros de altitud, rodeado en su perímetro de 15 kilómetros por un reborde montañoso que alcanza los 1.200-1.300 metros.
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