lunes, 8 de junio de 2009

Monasterio de San Pedro de Villanueva, Asturias

...a muy poco trecho de la vieja corte de Pelayo, el monasterio de San Pedro de Villanueva, una de las joyas desconocidas del románico norteño.
Del antiguo monasterio quedan partes de un edificio ruinoso que, ya de por sí, constituye una auténtica aventura explorar. La iglesia, por su parte, se convirtió en parroquia de la aldea y, gracias al cuidado del pueblo, su conservación permite aún adivinar el extraño mundo de símbolos y de mensajes que encierra la vieja construcción.

















El mensaje del templo románico hay que buscarlo, más que en la estructura general de la construcción, en las figuras y formas geométricas que surgen tanto en los canecillos de unión a la techumbre -símbolo genérico de los cielos- como en los capiteles que rematan columnas y pilastras. Allí, los artistas medievales plasmaron su mundo -grande o chico- de conocimientos trascendentes y lo expresaron bajo la forma de mensajes crípticos que sólo podían descifrar aquellos que se encontraban preparados por su iniciación. De este modo, lo que para el pueblo significaba una historia sagrada o un ejemplo de conducta primario, para quien poseía el conocimiento suficiente y las claves del lenguaje simbólico encerraba una enseñanza fundamental y hasta, muchas veces, una ruta de comportamiento y un modo de enfrentar la realidad.

















En San Pedro de Villanueva sorprenden, en principio, las representaciones primitivas del amor cortés, que surgen en varios de sus capiteles. Allí podemos observar las relaciones amorosas del caballero y de su dama -incluso a través de un insólito beso que, probablemente, sería imposible de descubrir en ninguna otra construcción románica, a pesar de la abundancia de motivos eróticos que surgen en otros templos- y, como rasgto importante en ese conjunto, el hecho de que tales escenas aparezcan siempre junto una construcción -representada en el capitel- que simboliza la importancia esotérica de la arquitectura en relación con el logro del conocimiento, simbolizado a su vez en las escenas amorosas.
(Juan G. Atienza)

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