jueves, 25 de junio de 2009

El palacio-santuario de Cancho Roano

Muy cerca del pueblo natal de mis ascendientes más cercanos, en el término municipal de Zalamea de la Serena, la mismísima localidad del alcalde que hizo universal Calderón de la Barca, se encuentra este misterioso palacio-santuario tartésico.












Supone un yacimiento sin duda excepcional y único, tanto por su forma, su tamaño y su estado de conservación, como por los objetos encontrados, que permiten fechar su creación en torno al 550 a. C., mientras que su destrucción no sería posterior al 370 a. C., causada por un incendio, bien accidental o bien intencional, dentro de algún tipo de rito religioso.
(Wikipedia)

Algunos autores, como Martín Almagro-Gorbea, explican que pudo ser un auténtico prostíbulo sagrado, bajo la influencia fenicia del periodo orientalizante. Y otros como José María Blázquez Martínez no lo descarta, aunque matizando que siempre que fuera santuario y no palacio.








El templo A de Cancho Roano está rodeado de un pasillo largo y estrechasfilas de habitaciones, seis por cada lado, separadas del edificio central por un témenos por el que se accede a ellas. Si se admite que Cancho Roano es un palacio, no es defendible la hipótesis de la práctica en el mismo de la prostitución sagrada, ritual que se ejercía en los santuarios principalmente de Astarté. Esta prostitución era practicada por personas de ambos sexos en los santuarios de Sicilia, de Chipre, de Fenicia, y de Siria. El texto más completo sobre la prostitución sagrada es el de Heródoto (I. 199), y también algunos escritos apócrifos veterotestamentarios, como el Testamento de Judá (XII, 1) y la Carta de Jeremías (42.). El texto de Heródoto dice:

«Por contra, la costumbre sin duda más ignominiosa que tienen los babilonioses la siguiente: toda mujer del país debe, una vez en su vida, ir a sentarse a un santuario de Afrodita y yacer con un extranjero. Muchas de ellas, que consideran impropio de su rango mezclarse con las demás en razón del orgullo que les inspira su poderío económico, se dirigen al santuario, seguidas de una numerosa servidumbre que las acompaña, en carruaje cubierto y aguardan en sus inmediaciones.

Sin embargo, las más hacen lo siguiente: muchas mujeres toman asiento en el recinto sagrado de Afrodita con una corona de cordel en la cabeza; mientras unas llegan, otras se van. Y entre las mujeres quedan unos pasillos, delimitados por cuerdas, que van en todas direcciones; por ellos circulan los extranjeros y hacen su elección.
Cuando una mujer ha tomado asiento en el templo, no regresa a su casa hasta que algún extranjero le echa dinero en el regazo y yace con ella en el interior del santuario. Y, al arrojar el dinero, debe decir tan sólo: «Te reclamo en nombre de la diosa Milita» (ya que los asirios, a Afrodita, la llaman Milita).
La cantidad de dinero puede ser la que se quiera; a buen seguro que no la rechazará, pues no le está permitido, ya que ese dinero adquiere un carácter sagrado: sigue al primero que se lo echa sin despreciar a nadie.
Ahora bien, tras la relación sexual, una vez cumplido el deber para con la diosa, regresa a su casa y, en lo sucesivo, por mucho que le des no podrás conseguir sus favores. Como es lógico, todas las mujeres que están dotadas de belleza y buen tipo se van pronto, pero aquellas que son poco agraciadas esperan mucho tiempo sin poder cumplir la ley; algunas llegan a esperar hasta tres y cuatro años. Por cierto que, en algunos lugares de Chipre, existe también una costumbre muy parecida a ésta».
(José María Blázquez Martínez)

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