domingo, 12 de mayo de 2019

El Olmo de concejo de Herguijuela de la Sierra

Como continuación a la entrada anterior, hemos de decir que el mismo día que subimos a la cima de la montaña sagrada para esta zona serrana salmantina y, también, para la parte hurdana -no olvidemos que el lugar de veneración y peregrinación, que aglutina a la casi totalidad de los concejos hurdanos, es la Peña de Francia-, cuando regresábamos, precisamente, bien avanzada la tarde a la comarca hurdana, donde estábamos alojados, cruzamos por Herguijuela de la Sierra. Allí, en la plaza del pueblo, nos topamos, por casualidad -son los más emocionantes descubrimientos aquéllos en los que no se lleva ninguna previa información-, con su árbol de concejo, un Olmo centenario espectacular, cuyo porte, cuya ubicación y cuya grada circular alrededor del mismo, nos puso sobre la pista de que nos encontrábamos, igualmente, ante un árbol totémico. Poco antes habíamos visto lo que era la montaña totémica de la zona y, ahora, nos encontrábamos con el tótem, en forma de ser vivo, para este pueblo serrano.
No era una parada prevista en nuestro camino, y más después de una larga ruta aquella jornada, pero, ante tal majestuosa contemplación, no pudimos hacer otra cosa que parar y observar, maravillados, dicho ejemplar arbóreo. Un amable señor del pueblo nos relató una frase muy habitual ante este tipo de árboles de concejo centenarios, como bien recoge Ignacio Abella en su obra "Árboles de junta y concejo", que no fue otra que aquélla de: "si este árbol hablara, la de que cosas que contaría", haciendo, evidentemente, referencia a su longevidad y a las muchas generaciones de herguijueleños a los que escuchó conversar bajo sus ramas y a los que dio sombra y cobijo durante tanto tiempo. Esta persona también nos dejó para el recuerdo la frase de: "el árbol puede ser más antiguo casi que el propio pueblo". No sabemos si esto es o no exagerado, posiblemente lo sea, porque quizás tenga algún que otro siglo menos que la propia fundación del pueblo, que se dice acaeció durante la repoblación llevada a cabo por el Reino de León, en su avance hacia el sur;  pero lo de que no cabe duda es de que nos encontramos, evidentemente, ante un ejemplar centenario, que seguramente vio, bajo sus ramas, numerosas celebraciones de aquella institución popular, verdaderamente democrática, llamada concejo abierto.
Para finalizar, hemos de decir, que este señor también nos habló de un magnífico ejemplar de haya existente dentro del término municipal de Herguijuela de la Sierra, a varios kilómetros del pueblo, que según los naturalistas, es un extraño caso, casi único, por el lugar en el que se ubica; pero el día ya expiraba y no había tiempo para encontrarse con él, pues el astro andaba ya cerca de su ocaso. Una buena excusa para regresar.

Foto: Iberia Mágica - 19/04/2019

Fuente: aquilanaturaleza.wordpress.com

El ser humano siempre ha sentido la necesidad de buscar consejo. Intencionadamente, esta búsqueda nos ha llevado a encontrar en la Naturaleza que nos rodea, una guía y una ayuda certera para nuestra vida.
De todos los seres vivos en los que hemos sabido encontrar la mano cálida y sabia de la Naturaleza, han sido los árboles en los que más hemos depositado nuestra sincera confianza. Encinas, robles, morales, cipreses, tejos, etc. En todos ellos sentimos una energía especial. De todos estos árboles sabios, probablemente, han sido los olmos los que han ocupado, con más frecuencia, un lugar de privilegio y reconocimiento en nuestras comunidades. Muy conscientemente, los hemos situado en el corazón de la vida de nuestros pueblos para sentirlos, aún más cerca, como si quisiéramos que la sombra de su copa inmensa protegiera nuestro hogar y guiara nuestros pasos.
Desde tiempos inmemorables, los olmos han sido fieles testigos de la vida y muerte de nuestros pueblos y de sus habitantes pasajeros. A nuestros ojos, curiosos e impacientes, siempre se mostraron eternos, inmutables, vencedores del paso de los siglos que mudó reyes y nobles, palacios y castillos, nombres de calles, pueblos y países.
Muy tristemente, los olmos viejos de Castilla y de Machado, ya no volverán a ser hendidos por el rayo. La peste insensible de la grafiosis ha devorado las hermosísimas y monumentales olmedas, arruinando, definitivamente, esta ancestral comunión entre el ser humano y su Naturaleza maternal.
Sin embargo, aún hoy, tenemos la suerte inmensa de regocijarnos con la silueta de algunos de estos gigantes sabios. Éste que presentamos, uno de los últimos grandes olmos de los pueblos de Salamanca, se mantiene erguido y orgulloso en el corazón de la Sierra de Francia, atrayendo a los habitantes que aún sienten la magia poderosa de su presencia y se acercan a la vera de su sombra fresca y benefactora.




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