martes, 29 de agosto de 2017

El culto al ciervo en el Camino de Santiago

Seguimos trayendo reminiscencias de antiguos cultos paganos en la peregrinación a Santiago de Compostela gracias a Juan García Atienza. Cuando nos habla del contenido simbólico del bordón, la calabaza y la esportilla, como utensilios que acompañaban -y acompañan todavía en muchos casos- al peregrino, nos dice sobre la última que, para ser considerada como tal, debía estar hecha de piel de ciervo, lo que enlaza con la fuerte carga simbólico-religiosa que siempre tuvo este animal desde tiempos bastante anteriores al cristianismo. Nos encontramos en tierras -todas las que ocupan el Camino Francés- que fueron ocupadas por distintas etnias celtas y bien conocida es la sacralización que tuvo el ciervo, para estas gentes, a través de la figura del dios Cernunnos.

Representación del dios Cernunnos en el caldero de Gundestrup - Foto: Wikipedia


Fuente: Los peregrinos del Camino de Santiago - Juan García Atienza.

Por su parte, la esportilla, llamada también pera, que era un saco o caja donde guardaba sus pertenencias más preciosas el peregrino, con lo que se convertía en el continente de su más íntima personalidad, la que debería conservar incólume a lo largo de todo el viaje, era un objeto intercambiable. Los peregrinos salían con ella de sus lugares de origen, pero en Compostela, justo frente a la puerta de la Azabachería, por la que se entraba en la catedral siempre que no fuera Año Santo, se vendían profusamente; y aquellos que las comercializaban tenían a gala proclamar su calidad especialísima, voceando estar hechas de piel de ciervo -pelle ceruine, según las nombran en el Calixtino- y no de vaca o de cerdo, lo que se habría tenido por una auténtica estafa.
Muchas de ellas, desde los primeros tiempos, llevaban la venera adherida o cosidaa la tapa. Y, en cualquier caso, no podemos aceptar esta circunstancia sin, al menos,consignar que también la figura del ciervo o del venado tenía en el mundo cristiano un valor decididamente simbólico, y que muchos santos altamente venerados, según su Leyenda Dorada, habían sentido la llamada de la santidad precisamente por ser cazadores y por haber presenciado en la figura de uno de estos astados la personificación de la figura de Dios. Tampoco es en modo alguno gratuito —y se da a menudo en las leyendas que circularon a lo largo del Camino— que la llamada de atención que delataba la presencia de una imagen escondida de Nuestra Señora se produjera por intermedio de un ciervo que atraía a pastores o cazadores al punto preciso donde se hallaba la cárcava o el tronco en cuyo interior se había guarecido la imagen. Pero tampoco puede dudarse ya del hecho de que la figura del ciervo procede de un ideario pagano, que su imagen es representación de lo lunar y de lo telúrico,como la del toro o la vaca y, en general, todos los mamíferos astados que merecieron convertirse en símbolos religiosos de un pasado muy anterior a la implantación del cristianismo. Con la diferencia de ser el ciervo el animal esencialmente libre y nunca domesticado, lo que le añadía un carácter más afín a los cánones de la religión más primitiva, que se mostraba acorde con la veneración visceral por la Naturaleza, identificada repetidamente con aquella Diosa Madre que la Iglesia trató inútilmente de defenestrar y que resurgiría gloriosa a lo largo del Camino Jacobeo, reimplantada por el pueblo y de la mano de los cistercienses de Bernardo de Claraval.

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