sábado, 15 de noviembre de 2014

Los Zajoriles hurdanos, Las Hurdes

Todavía tenemos en la cabeza, y en el corazón, el son de los tamboriles hurdanos y de los festejos de La Carvochá y La Chicharrona, con lo que queremos acercarnos de nuevo a esa mágica tierra, como son Las Hurdes, y traer un artículo de Israel J. Espino de su blog, Extremadura Secreta, dedicado a los Zajoriles hurdanos. Esta semana hicimos nuestra crónica de La Carvochá y La Chicharrona y hablamos del conjuro que el zajoril hizo sobre la hoguera de ánimas aquel día, calificándole en dicha crónica, por nuestra parte, como una especie de "druida" hurdano. Pues cuál es mi sorpresa -o no tanto, pues las reminiscencias son claras-, que buscando información sobre aquellas tierras, he encontrado el artículo en cuestión de Israel J. Espino titulado "Zajoriles: los druidas hurdanos". No lo traemos completo -se puede encontrar fácilmente a través de cualquier buscador-, pero sí gran parte del mismo, donde, además de citar los nombres de los más recientes zajoriles, nos relata una curiosa historia, no sabemos, si leyenda o no, del zajuril Tio Godencio, que recabó, cómo no, Félix Barroso, y que merece mucho la pena de ser leída.
Quiero aclarar, que el uso que estoy dando al calificativo de "druida" es una forma amplia de entender dicho concepto y de extender la naturaleza de aquellos personajes, pertenecientes a distintos pueblos celtas, a otro tipo de personajes que, como los zajoriles, no deberían ser calificados así, más, además, cuando no hay una conexión directa que se haya podido transmitir de generación en generación, pues se dice que la casta druídica no llegó a desarrollarse entre las etnias célticas de la Península Ibérica, además de estar, por supuesto, en un contexto histórico muy lejano, dicho lo cual, creo que no está de más hacer uso de esta identificación, pues el papel o función que los zajoriles cumplían en la sociedad hurdana, no debería andar muy lejano al de aquellos personajes célticos, de ahí que hable de ellos, como los "druidas" hurdanos.

"Mar" de montañas y valles hurdanos vistos desde el Portillo de la Cruz, alto que separa la vertiente salmantina que queda atrás de la foto, camino de La Alberca, de la hurdana, a pesar de que la provincia de Salamanca comienza en Las Batuecas (vertiente hurdana) - Foto: fotonatura.org


*Fuente: Israel J. Espino


Con el nombre de zajoriles son conocidos en las Hurdes altas aquellos hombres especiales dotados de extrañas facultades. Aunque el nombre, deformado por la pronunciación aspirada de la zona, proviene de la palabra zahorí, que es el aquel que tiene el poder de encontrar aguas subterráneas, estos hombres sabios no se limitan a esta acepción, sino que poseen poderes adivinatorios, producen fenómenos mágicos y tienen la virtud de curar con recetas secretas, e incluso algunos  poseen dones más sobrenaturales como el de conjurar las tormentas, la facultad de levitar o de curar con el aliento o la saliva (como los saludadores).
Empleaban sus poderes con fines benéficos y eran hombres sabios, respetados por la comunidad de cada alquería, que guardaban y transmitían la sabiduría popular hurdana. Se trataba de hombres buenos y justos que, a decir del antropólogo Flores del Manzano, ponían paz en pleitos y pendencias. Poseían amplios conocimientos sobre medicina popular, artesanía, tradición oral y costumbres hurdanas.
Las enfermedades eran combatidas con un recetario donde tan importantes eran los productos como la fase que tuviesen los astros y el lugar exacto en que fuesen arrancados de la tierra. Estos «pequeños milagros»,en los que actuaban otras fuerzas y energías además de las propias del elemento curativo, aportaban a los zajoriles un halo brujeril que era aceptado y venerado de buen grado en Las Hurdes.

[...] Y uno de ellos, quizás el más importante zajoril de la historia reciente, ha sido Eusebio Martín Domínguez, más conocido como “Tío Eusebio”, que nació y vivió en El Gasco, y murió un triste día de otoño de 1987.

Incluso Maurizio Catani, profesor de sociología en París, realizó uno de sus grandes trabajos sobre la figura del zahoril hurdano, para lo que  estuvo dos años viviendo junto a Tío Eusebio en la minúscula alquería de pizarras negras enclavada en Las Hurdes.
Pero aunque el último zajoril fue Tio Eusebio, otros quedan en la memoria de los hurdanos: Tío Alberto Azabal, de Pinofranqueado; Tío Anastasio Marcos Bravo, de Las Mestas; Tío Pedro Alejandrino Lemos, de Nuñomoral; Tío Santiago Guerrero, de Casares de Las Hurdes; Tío Moisés Crespo, de Martilandrán; o Tío Baldomero Duarte Velaz, de El Cerezal, o el Tío Tomás de Casar de Palomero.
Y aunque estos zajoriles son reales y recientes, aún hay otros que se pierden en los borrosos límites de las Hurdes legendarias, como el Tío Godencio.  Pedro Alonso Iglesias, de 63 años, vecino de la alquería de Asegur, le contaba en agosto de 1996 al investigador Felix Barroso que antiguamente existía un pueblo entre Asegur y Nuñomoral que se llamaba La Rocasqueru, del que todavía se pueden ver los cimientos de las casas.
En una poza del río vivía una anguila, que salía de vez en cuando a las orillas para aparearse con un bastardo. La anguila se fue haciendo grande, ya pesaba unas cuantas libras, y de grande pasó a enorme, y como no sería de enorme que un mal día la cazaron los del pueblo y tuvieron para comer todos los vecinos.Y como había para todos, todos comieron. Todos menos el viejo Tio Godencio, un sabio zajorí, que era sabio, además de por sus años,  porque  tenían una cruz  debajo de la lengua y había hablado en el vientre de su madre antes de que lo dieran a la luz, que es la gracias con la que nacen los sabios.
El tio Godencio, que para eso era sabio, les advirtió que no comieran de la anguila, pero el hambre es muy mala y hace a los oídos sordos, y al comer la anguila preñada de veneno del bastardo enfermaron y murieron todos los habitantes del pueblo.
Se quedó solo el zajorí; se quedó dueño y único heredero de todo el pueblo. Era viejito ya el hombre, y decidió ir a pedir asilo a  Nuñomoral. Pero allí todo el mundo le cerró las puertas, a pesar de ser un zajorí.
Entonces el hombre se dio media vuelta y cogió el camino de la Asegur, pero antes, cuando estaba en el lombu de la Cruz, donde se paraban a los difuntos cuando iban a enterrarlos al cementerio de Nuñomoral,   miró al cielo gris y dijo:

-Que una nubi de garrapatas caiga sobre esi puebru de Nuñumorá y que les chupi la sangri a los vecinus y a los ganaus.

Y así sucedió: cayó una nube de garrapatas que oscureció hasta la luz del día.
Cuando el hombre llegó a La Asegur lo trataron a cuerpo de rey. Y en agradecimiento les dejo a todos los vecinos  su pueblo de La Rocasqueru. Por eso todos los huertos y toda la parte de La Rocasqueru es propiedad de los vecinos de La Asegur.
Y por eso, dicen, a los de Nuñomoral todavía se les conoce con el nombre de “Garrapatas“.


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