Hoy nos acercamos a una joya sagrada difícil de encontrar. Ésta se encuentra en una finca privada, lo que dificulta la visita. Nunca hay que perder la fe en el hallazgo, pues, cuando ya prácticamente desistíamos de nuestro intento, apareció entre viñedos ante nuestros ojos. El entorno en las primeras estribaciones de Gredos es fabuloso y las formaciones rocosas muy sugerentes, lo que nos hace suponer que anteriormente a que dicha piedra, con forma de menhir de grandes dimensiones, y el bosque circundante fueran consagrados a la protección de la diosa Diana, no es extraño que ya fuera lugar de culto para los vettones, antiguos oriundos de aquellas tierras anteriormente a la llegada de los romanos; aunque no hay constancia de ello, es sólo una intuición de lego en la materia, aparte de que se le atribuye la función de marca divisoria entre territorios, lo cual no casa con nuestra anterior hipótesis, pero sí que da esa sensación, al menos a mi así me ocurrió. Las figuras de Piedra Escrita, pese a estar bastante desgastadas con el transcurso del tiempo, parecían cobrar mayor vida según te ibas alejando unos metros hasta que nos apoyamos para contemplarla en una roca que tiene enfrente con forma de verraco, desde donde las figuras cobraban un áurea muy especial con la luz vespertina.Una vez más, como ocurrió con el altar de sacrificios de la Silla de Felipe II, la doctora Alicia M. Canto nos desentraña los misterios de este vestigio:
Este megalito de casi 5 m de altura sería un sacellum o santuario rural consagrado a Diana, como lo prueban un antiguo epígrafe retocado y algunos paralelos, y serviría a la vez como hito en la frontera oriental entre Lusitania y Citerior. Su zona trasera, donde se representa una garra de oso, indica además su uso para advertir la presencia inmediata de bosques sagrados....eran muy divergentes (y a veces disparatadas) las interpretaciones funcionales del monumento (hasta llegar a pensar que la gran peña es el único "muro interior" que subsiste en pie de un templo, o que por su "escalera" posterior se subía a hacer sacrificios en lo alto), así como las de los cuatro orificios que presenta en su cara principal, por lo que no me detengo en ellas. En cuanto al epígrafe, el único en ofrecer una lectura fue el citado catedrático de la Univ. de Berkeley R.C. Knapp (autor en 1992 de un buen repertorio de la epigrafía en la Hispania central), quien lo visitó en 1983 y entendió como un lugar convertido en objeto de peregrinación medieval, mostrando la "cristianización post-clásica", del relieve de un monumento romano con ninfas (para él las tres figuras van vestidas con ropa femenina), quizá del siglo II d.C
Hipotética reconstrucción de Piedra Escrita
Se alza en una suave altura, en el interior de un viñedo salpicado de encinas jóvenes y varios olivos, que ocupan zona algo más elevada, cerca del arroyo al que da nombre. Está a unos 4 km al SO de Cenicientos, que es a su vez el último municipio al SO de la provincia de Madrid, y casi en el linde de la provincia de Toledo. Se trata de una gran piedra natural de granito, aparentemente in situ (lo que llamamos una “piedra nacedera”), por arriba de forma aproximadamente trapezoidal, de unos 5 m. de altura por casi 4 de ancho. En la parte central de su cara norte (en realidad orientada E.-NE.), se labró una hornacina vertical, rehundida entre 16 y 20 cm., de unos 2.40 m. de alto por 1.27 de ancho (la altura total es relativa, por la dificultad de medios para medirla con precisión), con tres espacios bien delimitados: Una cabecera semicircular en forma de concha lisa (más superficial) y dos espacios rectangulares apaisados, que miden en conjunto 1.77 x 1.27 m.En el central se desarrolla la escena principal:
A ambos lados de un ara (quizá trípode para Knapp), definida por bajorrelieve, se disponen tres figuras. La de la izquierda del ara, vestida con ropas femeninas, tiene mayor volumen y prestancia que las otras dos, hacia las que ella mira. Parece llevar cubierta la cabeza por un velo y sujeta en su mano izquierda un urceus, como derramando líquido sobre una pátera, que sostiene la figura que vemos a su derecha. Aún me parece posible distinguir otro objeto, rígido, que sostiene horizontalmente en su mano derecha, por delante del manto, de forma aproximadamente ovalada y compuesto de muchas borlas o cuentas.Las otras figuras están en el lado derecho del ara. De estas dos, la de nuestra diestra es sin duda un varón togado, que, más que pasar su brazo derecho por el hombro de la figura central, está simplemente junto a ella, mientras con el izquierdo parece asirla por un brazo. En torno a su antebrazo y mano pende un objeto de extraña forma y borde inferior dentado, que quizá sea un sistro. La figura central, de ropaje mujeril, que semeja llevar también velo, alarga a su vez el brazo derecho hacia el altar, pareciendo sujetar, como dije, la pátera (parte de la cual se oculta tras el jarrito).
En conjunto, me parecen un matrimonio que realiza un sacrificio en un altar y ante una diosa, que atiende a su ofrenda y ofrece a su vez una libación. Debo aclarar que, dado el malísimo estado de conservación de los relieves, mi propia descripción queda abierta a otras interpretaciones. Trato en principio de establecer por vez primera el tema que se nos presenta. Cabe, por ejemplo, pensar en una sacerdotisa de la diosa, puesto que liba. Pero su gesto, entre digno y altivo, y su mayor tamaño, llevan a pensar mejor que, aunque más extraño, pueda ser la misma diosa.
El relieve inferior presenta claras señales de haber sido picado recientemente, al menos antes de 1983 (cuando lo visitó Knapp), en casi toda su superficie, que ahora ofrece un aspecto blanquecino. Mirado desde varios puntos, parecen poder distinguirse aún, a la derecha, la figura de una vaca o buey, echada en el suelo, ocupando toda la altura del recuadro y con la cabeza echada ligeramente como hacia atrás. En el lado izquierdo, y con línea de suelo exactamente a la mitad de la altura, se distingue mucho mejor una pequeña ternera o, mejor, una cabra, de frente, con cuernecillos rectos. Puestos en relación lógica con el relieve superior, podrían ser o bien los animales ofrendados en el sacrificio arriba descrito, o bien animales representativos de la divinidad, o ambas cosas. Pudiera haber restos de algunas letras sobre ellos, pero sin ninguna seguridad.
Por último en lo que respecta a esta cara principal, tenemos la inscripción, aparentemente medieval, pero que presenta restos claros bajo ella de una anterior, romana, y que debe podernos resolver el monumento y sus relieves.Así pues, puede proponerse que todo el letrero, ejecutado originalmente en época romana, fue retocado en época medieval o moderna, con trazos sensiblemente menos profundos, para que, en consonancia con la aparente representación de tres mujeres vestidas de largo, se leyera "A las tres / Marías" (del Nuevo Testamento), que es lo que vio el autor norteamericano.
Aún más recientemente, y coincidiendo con los destrozos más arriba citados en el relieve de los animales, todavía el epígrafe ha sufrido algunos piquetazos y raspados, que hacen más difícil si cabe la lectura del original.Creo, pues, que la inscripción es también original y de época romana y, con las reservas del caso, la leo así:
A(nimo) l(ibens) s(olvit votum?) • Sisc(inius?) Q(...?) Dîanae (con la I inscrita dentro de la D)“Sisc(inio?) Q(...?) (consagró este monumento) a Diana, cumpliendo con agrado su promesa.”
Roca frente a Piedra Escrita con forma de verraco
La historia de “Piedra Escrita”, el análisis de su estructura y función, llevan finalmente a poder interpretarlo tanto como unsacellum a una prestigiosa diosa antigua, Diana, venerada también en las zonas próximas y en relación con los bosques sagrados contiguos, como un hito divisorio, en torno al siglo II d.C. Y esto ayuda a su vez, con la colaboración de la función de los verracos, a poder definir mejor la imprecisa frontera entre dos provincias romanas.Pero quizá la más interesante conclusión sea que los campos de la vieja Hispania guardan muchas claves ocultas que un estudio atento, procurando ver a través de los ojos de los antiguos, pueden revelar. Porque, como bien dice otro experto en agrimensura con el quiero terminar este resumen, Boethius, en su Demonstratio artis geometricae (en K. Lachmann, op.cit., 403: Termini vero non sunt omnibus locis, sed infinita sunt multa alia testimonia., que traduzco, un poco libremente: “No en todos los sitios se colocan cipos con inscripciones para marcar las fronteras, pero es casi infinito el número de muchos otros elementos que con el mismo fin se pueden utilizar”. Confío así en que este caso pueda servir a los lectores, aficionados, interesados y más escrutadores, dándoles algunas pistas para el reconocimiento de otros similares en Hispania que ayuden a enriquecer nuestro conocimiento del pasado. Y confío también en que haya a mano entonces autoridades que sepan y quieran protegerlos.
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