miércoles, 23 de mayo de 2018

La Cueva de la Mora, Fitero

Hoy nos acercamos a Fitero, población navarra de La Ribera, limítrofe con La Rioja, para traer un breve fragmento de una de las famosas leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Bécquer nos narra la típica historia de amor imposible entre una mora y un cristiano que acaba trágicamente, en un esquema que tanto se repitió entre los autores románticos, pero que Bécquer construía, seguramente basándose en leyendas existentes con anterioridad, de una forma magistral. Nosotros, evidentemente, referenciamos esta leyenda con la intención -no sabemos si acertadamente o no- de tratar de ver un poco más allá.
La mención, de nuevo, de una mora, que tanto nos recuerda a esas leyendas de encantadas, a esas mouras o a esas xanas o anjanas de las que tantas veces hemos hablado por aquí y cuyos espíritus se aparecen eternamente en un determinado lugar (normalmente en parajes con agua, ya sean fuentes, ríos o manantiales, pero también en cuevas o simas, como es el caso de hoy), nos ha hecho sospechar que esta historia se haya construido, quizás, sobre leyendas que deriven de cultos mucho más antiguos al periodo medieval, donde el territorio peninsular se dividía entre reinos cristianos y musulmanes.
En concreto la historia que narra Gustavo Adolfo Bécquer finaliza en la conocida como Cueva de la Mora de Fitero, donde se aparece el ánima de una mora vestida de blanco todas las noches y baja al río donde llena una jarra de agua, combinándose, por tanto, los dos elementos que hemos mencionado con anterioridad: la cueva y el agua; algo que tanto nos recuerda a esas encantadas -o encantás- que tanto abundan, diseminadas por multitud de parajes de la geografía ibérica.
Ahí dejamos caer nuestra especulación sobre la Leyenda número 16 de las de Bécquer.

La Cueva de la Mora - Foto: turismo.consorcioeder.es

Fuente: La Cueva de la Mora - Gustavo Adolfo Bécquer

...hablamos, en fin, de todo lo que al buen hombre se le ocurrió, primero que de la cueva, objeto de mi curiosidad.

Cuando, por último, la conversación recayó sobre este punto, le pregunté si sabía de alguien que hubiese penetrado en ella y visto su fondo.

-¡Penetrar en la cueva de la mora! -me dijo como asombrado al oír mi pregunta-. ¿Quién había de atreverse? ¿No sabe usted que de esa sima sale todas las noches un ánima?

-¡Un ánima! -exclamé yo sonriéndome-. ¿El ánima de quién?

-El ánima de la hija de un alcaide moro que anda todavía penando por estos lugares, y se la ve todas las noches salir vestida de blanco de esa cueva, y llena en el río una jarrica de agua.

Por la explicación de aquel buen hombre vine en conocimiento de que acerca del castillo árabe y del subterráneo que yo suponía en comunicación con él, había alguna historieta; y como yo soy muy amigo de oír todas estas tradiciones, especialmente de labios de la gente del pueblo; le supliqué me la refiriese, lo cual hizo, poco más o menos, en los mismos términos que yo a mi vez se la voy a referir a mis lectores.

[...] (final de la Leyenda).
Dos guerreros moros que velaban alrededor de la fortaleza habían disparado sus arcos en la dirección en que oyeron moverse las ramas.

La mora, herida de muerte, logró, sin embargo, arrastrarse a la entrada del subterráneo y penetrar hasta el fondo, donde se encontraba el caballero. éste, al verla cubierta de sangre y próxima a morir, volvió en su corazón; y conociendo la enormidad del pecado que tan duramente expiaban; volvió los ojos al cielo, tomó el agua que su amante le ofrecía, y sin acercársela a los labios, preguntó a la mora: -¿Quieres ser cristiana? ¿Quieres morir en mi religión, y si me salvo salvarte conmigo? La mora, que había caído al suelo desvanecida con la falta de la sangre, hizo un movimiento imperceptible con la cabeza, sobre la cual derramó el caballero el agua bautismal, invocando el nombre del Todopoderoso.

Al otro día, el soldado que disparó la saeta vio un rastro de sangre a la orilla del río, y siguiéndolo, entró en la cueva, donde encontró los cadáveres del caballero y su amada, que aún vienen por las noches a vagar por estos contornos.


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