Dejemos que el propio Félix nos cuente sobre la Peña sacra de El Altu Lafiña.
Foto: Félix Barroso Gutiérrez |
*Fuente: Félix Barroso Gutiérrez
Hacia el rincón suroeste del mencionado prado, se levanta un peñasco exento, que adopta una forma de gigantesco vaso pétreo. Su cara este presenta mayor altitud (2,30 metros), y la oeste algo menos (1,87 metros). Su perímetro medido por lo más ancho de su rocoso cuerpo alcanza los 9 metros. Puestos frente al cancho, mirando hacia el norte, veremos que, en su mitad izquierda, en lo alto, se conforman dos recipientes en forma de olla de generosa boca. El recipiente superior es muy difícil observarlo, dada su altura, pero el inferior se puede apreciar perfectamente desde el suelo. Éste presenta una anchura de 46 centímetros; 33 centímetros de alto y 46 de profundidad. Este recipiente vierte hacia el exterior mediante una suave resbaladera, bajo la cual crecen con profusión los musgos, las doradillas ("Asplenium Ceterach") y los ombligos de Venus ("Umbilicus rupestris"), que por estos pueblos se les conoce como "repollínuh". Ambos compartimentos están comunicados por un "buracu" (agujero) completamente circular, de 7 centímetros de diámetro. Descartamos por completo cualquier proceso de arenización o desgaste abrasivo de la roca por motivos atmosféricos generales a la hora de conformarse este perfecto agujero. Preguntamos a los lugareños, entre ellos a paisanos que entendían algo del oficio de canteros y nos dijeron rotundamente que ese orificio era propio de la mano del hombre, y muchos añadieron que "era del tiempu de loh móruh", lo que es un dato muy a tener en cuenta a la hora de encauzar y aprovechar lo legendario para confirmar hipótesis histórico-arqueológicas.
Para obtener las medidas del compartimento superior, hubo que hacer verdaderos equilibrios, arrimando una pila de piedras junto a la pared rocosa. Subidos a tan endeble y pétreo taburete, tuvimos que apañárnoslas para obtener, como los dioses nos dieron a entender, algunas fotos y contabilizar sus medidas aproximadas: 48 centímetros de ancho, 60 de alto y 31 de profundidad. Y todo ello bajo un agua fina que empezaba a caer con insistencia y que, con el paso de los minutos, dio en arreciar con ganas.
La parte derecha de la peña, en su zona más alta, presenta otro gran recipiente apalanganado, que se puede apreciar desde abajo y desde un cancho cercano. Sin una escalera u otro artilugio semejante no se pueden obtener sus medidas. No obstante, consideramos que este compartimento tiene que ver más con las llamadas "marmitas de gigante" (fruto de la erosión abrasiva) que con la mano del hombre, aunque tampoco es descartable que antiguas culturas las aprovecharan para sus abluciones rituales u otros cometidos. Si la naturaleza le daba hechos estos recipientes, ¿para que perder tiempo y esfuerzo en fabricar otros de índole semejante?
Sobre nuestras hipótesis y conjeturas acerca de esta peña, que nos atrevemos a clasificarla de "sagrada", ya haremos los pertientes comentarios en próximas entregas, que es bueno ir dosificándolas, para que el personal no se indigeste con ellas. Nosotros no nos indigestamos el Sábado de Resurrección, pero sí que nos llevamos una zurra de agua encima, que nos chorreaba desde la cabeza hasta los pies. ¿Quiénes nos mandarán a nosotros meternos en tales berenjenales...? Pero, en fin, sarna con gusto no pica. Vayamos, ahora, con las foto, todas ellas obtenidas en ese acuoso sábado. ¡Salud!
Foto: Félix Barroso Gutiérrez |