viernes, 21 de agosto de 2015

El Robu de La Albehaca, Aceitunilla-Nuñomoral

El pasado fin de semana estuvimos en el VI Encuentro Heterodoxo celebrado en Aceitunilla, alquería del concejo hurdano de Nuñomoral. La jornada estuvo muy interesante, con visita matinal a los petroglifos del Huerto del Cura, en el margen derecho del arroyo Aceitunilla, a mitad de camino, más o menos, entre Nuñomoral y la propia Aceitunilla, donde el arqueólogo Saúl Martín González nos explicó, in situ, los grabados, además de un altar rupestre que él mismo descubrió y al cual realizó un estudio que se encuentra disponible en la red, del que hablamos hace tiempo en Iberia Mágica. Por cierto, grabamos en vídeo dicha explicación y, con el permiso del propio Saúl, lo pondremos por aquí muy pronto.

Posteriormente el encuentro trascurrió con un paseo por las angostas calles del pueblo de los "galléguh" (gallegos), que es como denominan los hurdanos a los vecinos y vecinas de Aceitunilla, que, como bien dice Félix Barroso, organizador del propio encuentro, en el texto que aportamos como fuente, bien pudiera ser una pista sobre la llegada de repobladores gallegos a este enclave en la Edad Media; es muy posible que este lugar ya estuviera habitado con anterioridad al propio medievo e incluso que su población no se hubiera visto nunca apenas interrumpida por la inmejorable ubicación de esta aldea, protegida entre montañas, con la única salida por el paso del arroyo Aceitunilla. Así, nos contaron, que en un cerro cercano al pueblo existen restos de un antiguo poblado minero de época romana, lo que atestigua antiguos habitantes en tiempos romanos, al menos, pero quién sabe si Aceitunilla incluso no hubiera podido ser, anteriormente, un castro en tiempo de vettones, a pesar de que sobre esto no existen pruebas de momento, más allá de que muy cerca tenemos los petroglifos y el altar rupestre mencionados, que pudieran ser de la Edad del Hierro e incluso quizás del Bronce. El problema en Las Hurdes para la arqueología, como bien apuntó Saúl, es que hay muy poca tierra, apenas unos pocos centímetros y bajo ella metros y metros de roca de pizarra, con lo que apenas existen huellas estratificadas del pasado lejano, más allá de los abundantes petroglifos de la comarca. Tras terminar con el paseo, pudimos atestiguar que nos encontrábamos ante uno de los pueblos que mejor, dentro de lo que cabe, había conservado la arquitectura hurdana, pues ésta, tristemente, se ha perdido en gran medida en la comarca.

El encuentro continuó con la comida, en la casa de la hospitalaria familia Tello, y la toma de la polienta -denominación del vino casero en Las Hurdes-, donde cada asistente aportó caldo de su tierra o de algún lugar especial para él -el que suscribe llevó vino de Titulcia, una población bien conocida en este blog y muy especial para el susodicho- y continuó con el cante de antiquísimos romances a cargo de personas de la propia Aceitunilla y llegados, también, de otras alquerías de la comarca. También participaron, representando relatos, los hermanos Uceda, de Ceclavín, aunque residentes en Madrid, grandes recopiladores del folclore y del dialecto asturleonés extremeño, propio de la zona norte de Extremadura y de la parte occidental, principalmente, a la Vía de la Plata, además de la reproducción de una muestra de "Impresiones hurdanas", un trabajo realizado por el  músico Isaac Tello, artista que ha reinterpretado una serie de romances que en Las Hurdes aún se cantan, contribuyendo, con ello, a mantener vivo dicho legado desde un prisma contemporáneo. Estuvo también presente la periodista Israel J. Espino, la creadora del blog Extremadura Secreta, una página hermana que se encuentra entre nuestras favoritas, y a la que tuvimos el gusto de conocer en persona, además de otros asistentes.

Finalmente, por la noche se celebró El Robu de La Albehaca, festejo al que, finalmente, no asistimos con lo que queda pendiente para próximas ocasiones, y que, sin embargo, es el tema central de esta ficha.
Como nos cuenta Félix Barroso, y dicho de una forma muy resumida, pues para explicación buena la suya recogida en su propio artículo, los mozos del pueblo han de "robar" de las casas toda la albahaca posible -nombrada albehaca en Las Hurdes, o al menos en Aceitunilla-, que ha sido escondida previamente por las mujeres en los lugares más insospechados y de difícil acceso, para después rondar a las mozas casaderas de Aceitunilla, en lo que parece un claro festejo relacionado con la fertilidad. Nos ha resultado curioso el uso simbólico que de esta hierba aromática, comestible y medicinal se hace, pues previamente no habíamos encontrado ningún paralelo en cualquier otro festejo ibérico, aunque, con posterioridad, hemos comprobado que, por ejemplo, en la población de Bolaños de Calatrava, en la provincia de Ciudad Real, la albahaca es el símbolo de sus fiestas patronales, denominándose, incluso, como La Fiesta de Albahaca; también tiene su protagonismo en Huesca, en las fiestas de San Lorenzo y en otras poblaciones, como la valenciana Bétera.
Si buscamos más allá de la Península Ibérica, la ocimum basilicum, como se la conoce por la ciencia, es considerada el símbolo del amor en Italia, lo que le asemeja, en gran manera, al propio significado que se le da en Aceitunilla e incluso la Iglesia ortodoxa griega le otorga santidad a la misma, pues según cuenta ese credo, el olor de la albahaca guió a Santa Elena hasta encontrar la Santa Cruz; en este último caso, seguramente, nos encontremos ante una cristianización más de antiguos ritos, en este caso, a cargo de la Iglesia ortodoxa. Mucho más lejos, en la India, se la considera la personificación de la diosa Tulasí, siendo una planta además muy del gusto del dios Visnú, por lo esta hierba está divinizada en dicha religión, y, así, cada hindú tiene una maceta con albahaca para celebrar la fiesta conocida como Kartik Shukla Dvadashi, unas dos semanas después del Diwali o famoso festival de las luces. Por el contrario, su aspecto negativo lo encuentra en algunas antiguas tradiciones europeas, donde se la identifica con el demonio, mientras que en algunas leyendas africanas se cree que protege de los escorpiones, pues se la considera venenosa.
Por tanto, como quien no quiere la cosa, hemos encontrado mucho simbolismo detrás de esta hierba, la protagonista de Aceitunilla las noches de los 14 de agosto.

A la izquierda, Gonzalo Martín Encinas, fallecido en agosto de 2005, hace justo 10 años, persona que hizo mucho por recuperar las tradiciones de Aceitunilla, de donde era natural, además de las del resto de la tierra hurdana - Foto: Félix Barroso Gutiérrez

*Fuente: Félix Barroso Gutiérrez, "Aceitunilla celebra el “Robu de la Albehaca”" - planvex.es, agosto 2015

Resulta curioso que a los vecinos de la alquería jurdana de Aceitunilla los motejen como “galiciánuh”.  Incluso hay un paraje en sus términos que recibe el nombre de “Valli de luh galléguh”.  ¿Tendrá algo que ver con la repoblación medieval, venida de zonas astur-leonesas e incluso gallegas y que se mezcló con el sustrato indígena de los pueblos del territorio jurdano?  Y resulta paradójico que algunas de las fiestas que se han catalogado como de Interés Turístico, bien fuere en Extremadura o en otras partes, se han regido por la cantidad y no por la calidad, y hasta por intereses políticos.  Algunas fiestas de éstas se repiten en tropecientos pueblos, por lo que de singular no tienen nada.
La Administración regional ha andado interesada por otorgar semejante calificación a la fiesta del “Robu de la albehaca”, siempre y cuando volviera a sus orígenes, a fin de argumentar por sí misma la propia atracción turística.  Y es que, cuando llega el 14 de agosto, los vecinos de Aceitunilla se echan a la calle, al llegar la tarde-noche, y, acompañados por los tamborileros y otros que tocan a cada cual instrumento más estrafalario, recorren las ensortijadas calles de la aldea, con el fin de apañar toda la albahaca que puedan, que, antiguamente, se sembraba en grandes cantidades ex profeso para este día, sobre todo una variante de la planta que alcanzaba gran follaje y dimensiones.  Las mujeres han escondido los tiestos, medias tinajas y otros recipientes que contienen la albahaca en los lugares más inverosímiles.  De aquí que los mozos tengan que trepar por los balcones, subirse a los tejados, husmear por las cuadras o gatear por los “pareónih” (bancales), para hacerse con un buen cargamento de dicha planta.
Años atrás, los mozos cantaban en sus rondas: “No venímuh pa robá,/ni a comélmuh la gandalla;/venímuh a pol la moza,/que eh un ramu de albejaca”.  Y cuando una moza, guapetona, bien flamencota y peripuesta, tenían muchos “mohcóneh” revoloteando a su alrededor, le gente le decía: “Érih cumu la albejaca: múchuh te güelin y pócuh te catan”.  Referían, igualmente, que la albahaca (“ocimum basilicum”) servía para alejar los “violéruh” (mosquitos) y espantar los “arracránih” (escorpiones).  Comentaban, en algunos pueblos de la zona, que los hombres la podían comer en ensalada, pero no las mujeres que estuviesen embarazadas o en edad fértil.  Y la albahaca (ya se trocó, en la comarca, el antiguo nombre de “albejaca” por el de “albehaca”) es la protagonista de esta antiquísima fiesta, en la que siempre llevaron la voz cantante los mozos.
Después de una tarde de rondas, siendo ya noche cerrada, las mujeres deberían estar metidas en sus casas, así como los hombres casados.  A los viudos se  les permitía andar por las calles.  Después de una pantagruélica comida de carne de chivo en la taberna, los mozos iniciaban el robo semitolerado de la albahaca, acompañados de toda una parafernalia musical.  Las mujeres, entre risas y chanzas, defendían sus propiedades, pegándoles empujones a los mozos o arrojándoles calderos de  agua.

Toda una noche de jolgorio.  Nadie dormía.  Por la mañana, los mozos, emperifollados con numerosos ramos de albahaca (incluso los llevaban metidos en la bragueta), pedían el aguardiente y los dulces tradicionales (“bóllah”, “matajámbrih”, “perruníllah”, “hijuélah”…) casa por casa, echando algún “picau”, “charrá”, jota o “jaba” con las féminas, bajo el son de la gaita y el tamboril.  Luego, bajaban todos, en marcial desfile a la misa de Nuestra Señora de la Asunción, en la iglesia de Nuñomoral, siendo estos mozos los que llevaban las andas de la Virgen en la procesión.  El mozo que había cogido mayor cantidad de albahaca era el encargado de portar “El Ramu” en las fiestas de “San Brá” (San Blas).

Ingredientes más que de sobra para  declarar la fiesta como de  Interés Turístico Regional, pero para ello es preciso sembrar  “cantidades industriales” de albahaca y ceñirse al guión antiguo.  Si así se hace, seguro que los “galiciánuh” lo conseguirán.



Aceitunilla - Foto: Iberia Mágica, 9-marzo-2014

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