Estuvimos hablando el jueves, visitando las Penas da Rodas, del solsticio de verano en el hemisferio norte y las celebraciones ancestrales en torno a este cambio de estación. Hoy volvemos a tratar este acontecimiento acercándonos a Toledo para comprobar un ejemplo más del gran arraigo de esta festividad, pues, sin constituir ningún festejo oficial de esta antigua ciudad, sus vecinos celebraban la llegada del verano con una hoguera en la Plaza del Diamantista, uno de los más bellos rincones toledanos junto a la orilla del río Tajo, frente al Cerro del Bu y la Ermita de la Virgen del Valle.
*Fuente: Javier Hermoso de Mendoza, estella.com.es
En la noche mágica de San Juan, en la cual la naturaleza celebra su particular fiesta, según tradición popular se abren las puertas del "otro lado del espejo": la naturaleza permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados; quedan libres las princesas y doncellas que se hallan cautivas por un ensalmo, maleficio o maldición; se oye el bramido de los dragones y otros seres fantásticos que habitan las profundidades de la tierra; pasean bajo la luna ninfas, hadas, gnomos, duendes, deidades y otros seres misteriosos; las plantas venenosas pierden su dañina propiedad y las plantas salutíferas multiplican sus virtudes; los tesoros afloran a la superficie de la tierra... Es entonces cuando andan los "siete caballos del diablo" que comen el trébol de cuatro hojas.
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