miércoles, 27 de diciembre de 2017

La necrópolis celto-romana de Amaea o Amahía, Santiago de Compostela

Hoy la ficha seguramente vaya a ser, si no la más breve, de las más breves, pues es muy poca la información que tenemos, más allá de la referencia que aportamos, abajo de estas líneas, del libro La España extraña, de Javier Sierra y Jesús Callejo, publicado hace dos años y medio, para ser más exactos, en junio de 2015. Conocíamos la hipótesis (para mí la más coherente) sobre el verdadero origen del culto en Compostela. Si bien es cierto de que pudiéramos estar ante una ruta de peregrinación más antigua aún al propio Prisciliano, es bien sabido por muchos que se dice que los restos que se iban a adorar a Compostela no eran los del Apóstol, sino los del que fue denominado "el último druida" de Galicia, con todas las comillas del mundo a esta expresión y no porque el gran heterodoxo -uno de los primeros anatemizado como hereje por la Iglesia de Roma, razón por la que fue decapitado- no gustara o añadiera a su ritual elementos de tinte pagano, anteriores al cristianismo y muy en consonancia con los rituales celtas, sino porque ya sabemos que ese grado sacerdotal no se dio entre los celtas ibéricos. Pues bien, leyendo este interesante libro, se habla de que sus restos, una vez fueron traídos de Tréveris, en la actual Alemania, fueron a acabar a una necrópolis celto-romana, de nombre Amaea o Amahía, en lo que posteriormente sería Santiago de Compostela, según lo que hemos podido leer en este libro.
No hemos hecho una gran búsqueda aún, ni mucho menos de la forma más idónea, que sería bucear en fuentes que fueran más allá del propio internet, con lo que, mientras tanto, a falta de más información, agradeceríamos la colaboración de cualquier lector que pudiera dar luz sobre este punto.

Santiago de Compostela - Foto: españaescultura.es

Fuente: La España extraña - Javier Sierra y Jesús Callejo

Fue así como, según todos los indicios de los que disponemos, en el año 388 se recogieron sus restos de la iglesia de Tréveris y se introdujeron en un sarcófago de piedra que fue llevado a su vez en una embarcación hasta las costas gallegas. Una vez allí, se trasladó tierra adentro a través de la desembocadura del río Ulla y luego hasta Iria Flavia. Finalmente, todo indica que las reliquias de Prisciliano y de sus compañeros "mártires" fueron depositadas en la necrópolis céltico-romana de Amaea (o Amahía), dentro de la diocésis de Iria, en cuyos alrededores se construiría siglos más tarde una ciudad llamada Compostela.


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