Traemos un nuevo ejemplo de simbiosis entre antigua cueva y ermita, que siempre nos hace sospechar que puedan existir elementos de culto más antiguos al de la propia ermita. Estamos en
Vizcaya, en la comarca de
Las Encartaciones, donde, en el municipio de
Galdames, junto a los
montes de Grumerán, se hallan la
Cueva de Urallaga y la
Ermita de la Magdalena, un pequeño oratorio junto al espectacular arco de entrada a esta cueva. Nada se dice, en relación a ella, con respecto a huellas sacras de un pasado más lejano, más allá de la existencia de una leyenda; de la existencia, igualmente, de la propia ermita, construida de nuevo tras ser destruida el siglo pasado y cuyo anterior templo, en las fuentes, no se remontaba más allá del siglo XVIII; la bella ubicación, con un arroyo que nace de la propia cueva, una zona con fama de manantiales, pues ya sabemos que muchos de éstos eran sacralizados desde antiguo por su importancia; y, por último, la existencia de una romería en la actualidad a la ermita, cada 22 de julio.
El interior de la cueva natural, fue explotada en los siglos XIX y XX como mina de hierro, pero aún así guarda gran encanto. En el entorno abundan los robles, grandes encinas, además de avellanos y serbales.
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Foto: 3.bp.blogspot.com |
Fuente: Iñigo Muñoyerro, 13/02/2017 - elcorreo.com
Cuervos, grajos y palomas anidan en el techo. Nos sorprenden con sus zureos, graznidos y silbidos reprobatorios.
Al anochecer es otro cantar. Los murciélagos vuelan a cientos en busca de insectos. Los búhos ululan y el bosque cruje de manera amenazadora. Es la hora de paseo del suicida Almanegra, condenado a vivir eternamente en la oscuridad de la caverna. El escritor encartado Antonio Trueba lo cuenta en su libro 'De Flor en Flor'. Nos sacude un escalofrío. Cae la luz y es hora de marcharse.
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