martes, 29 de agosto de 2017

La sacralidad de la concha en el culto jacobeo

Hoy realizamos dos entradas desgranando el simbolismo del Camino de Santiago gracias a la obra de Juan García Atienza, de quien volvemos a extraer una cita. En concreto, no podíamos dejar de traer el elemento más identificativo del culto jacobeo: la concha o vieira. La concha se encontró, como elemento ritual, en enterramientos del Paleolítico Superior y, muchos miles de años después, ha continuado teniendo un alto contenido simbólico, apareciendo en multitud de mitos, como en el de la diosa Venus, que nació de una concha y de quien se dice proviene el nombre de las propias vieiras.

Vieira - Foto: turismologiaencompostela.blogspot.com

Fuente: Los peregrinos del Camino de Santiago - Juan García Atienza.

Las conchas han formado parte, como elemento mágico o religioso, de la conciencia colectiva. Y esto ha sucedido desde los albores de la humanidad y en los más diversos puntos del planeta. Repasemos la cultura china, la de los mayas o la de los hindúes, y nos encontraremos con la concha como objeto esencialmente sacral, cargado con las más diversas significaciones (aparentes) y siempre formando parte de unas creencias que, al exteriorizarse en ritos y en símbolos, recurren a la imagen de la concha para dar sentido a una circunstancia abstracta, espiritual y, en cualquier caso,trascendente. Curiosamente, en medio de ese gran contexto universal, aparece en la India como complemento sagrado del Vajra, el rayo sagrado, formando parte de la identidad femenina y pasiva que dicho rayo (masculino) penetra y vitaliza. Será quizá pura coincidencia, pero no olvidemos que la venera, como elemento emblemático del culto jacobeo, aparece no solo como imagen simbólica de los órganos femeninos,sino también complementando la devoción al Apóstol Santiago, al que se conoce por Boanerges, el hijo del trueno, o tal vez del rayo que representa la potencia imparable del dios antropomorfo creado por el cristianismo para su feligresía, tan parecido en ocasiones, cuando es representado, a aquel Zeus de la paganidad, que siempre portaba en las manos el haz de centellas que le identificaba y configuraba su poder.

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