lunes, 31 de octubre de 2016

Feliz Samaín

En unas semanas en las que, por falta de tiempo, hemos tenido un poco descuidada a La Iberia Mágica, no podíamos dejar de felicitaros una fecha tan especial y emotiva como la que se vive esta noche, en la que nuestros seres queridos, que ya no se encuentran entre nosotros, parecen estar más cerca nuestra, a pesar de que también lo estén el resto del año. Esta ancestral fiesta del Samaín o Samhain se celebra en muchos lugares con el asado de uno de los frutos estrella en estas fechas: la castaña. Carbochás -o carvochás como la llaman y escriben en Las Hurdes-, calbotes, calbotás o magostos se celebran en estos días, como en la propia población de Pedro Bernardo, de la que ya hemos hablado en más de una ocasión por aquí por su mascarada que, felizmente, recuperaron en los últimos años, la de Los Machurreros. Dejemos que uno de los grandes cronistas de esta localidad, además de uno de los grandes hacedores en dicha recuperación, como es Pedro Javier Granado nos cuente.

Calbotá en Pedro Bernardo (Ávila) - Foto: navamorales.com


Fuente: Pedro Javier Granado

"se han inventado utensilios para asar las castañas, como cilindros, sartenes agujereadas, y otros instrumentos. Pero el método genuino usado por los cuchareros (habitantes de Pedro Bernardo) consiste en elaborar un corralillo de piedra de unos 50 cm. de diámetro, dónde se deposita una capa de 'agujúos' secos (acículas del pino) al fondo; sobre ese lecho se deposita una capa de castañas, que a su vez se cubren de otra cama de agujúos donde se colocarán otras pocas castañas, y así sucesivamente hasta llenar el corral. Acto seguido se prende fuego a la primera capa de agujúos por entre las piedras del corral y una vez que se ha quemado todo, las castañas están listas. Hay que sacarlas del círculo de piedra y hacerlas sudar con hojas de helecho frescas, para que se pelen con facilidad. La calbotá es una tradición de origen medieval y cristiano, que a su vez procede del Samhain o “final del verano” que celebraban los pueblos celtas y que ha dado lugar también a la festividad sajona de Halloween, y fue absorbido por los romanos, que lo pasaron al cristianismo. El cristianismo celebra la festividad de Todos los Santos, coincidiendo con el inicio del calendario celta. Esta celebración se realiza bajo otros nombres pero con el mismo ritual en otros lugares de Europa. En España, la "calbotá" es propia del Valle del Tiétar, Sierra de Béjar y La Vera, aunque se llama "moragá" en El Hornillo, El Arenal y en algún pueblo del barranco de las Cinco Villas. En Las Hurdes se llama "carbochá" (en dicha comarca extremeña existe la creencia popular de que el Fuego de Todos los Santos sirve para calentar a las ánimas que rondan alrededor), en Galicia se llama "Os Magostos", en Asturias "Magüestu", en el País Vasco es el "Gaztainarre -eguna" (día de las castañas) y en Cataluña las "casnyadas". En Portugal es el "Magustu".

El lobo y la Minerva protectora de Tarraco, Tarragona

En la exposición temporal "Los Escipiones; Roma conquista Hispania" que visitamos en septiembre, el último día de la misma, encontramos una réplica de la diosa Minerva de la antigua Tarraco, en la que se representa a uno de los animales más totémicos, sobre todo en tiempos prerromanos, a pesar de aparecer en esta pieza fragmentada de época romana -siglo II a. C.-, pues también tenía un significado simbólico para la propia Roma; no olvidemos que, según la leyenda, una loba fue la que amamantó a Rómulo y Remo, así que hablamos del lobo, un animal tan temido y odiado, como admirado. En el escudo de la diosa protectora de Tarraco aparece una pequeña representación del mismo.

Reproducción fragmento de escultura de la Minerva de Tarraco - Foto: Iberia Mágica - 04/09/2016


Fuente: cartel explicativo

Reproducción del relieve parcialmente conservado con la represenación de la diosa Minerva, que era centro formal y simbólico de la torre en que se hallaba, la de San Magín, o de Minerva, como se la denomina desde su descubrimiento. Es una de las primeras expresiones de la plástica provincial romana en Hispania: el estilo del relieve y el lobo del umbo del escudo remiten a tradiciones y un taller locales. La Tarraco naciente se hacía fuerte con sus robustas muralla sy la tutela de la poderosa diosa vigilante y guerrera.

sábado, 29 de octubre de 2016

El Niño de las Uvas, Bullas

Hoy queremos hablar de una curiosa pieza arqueológica de la que sólo existe, a día de hoy, una fotografía para poder seguir su pista. La historia de su desaparición se remonta a principios del siglo XX, en concreto en la población murciana de Bullas, donde entre 1902 y 1913 el sacerdote de la población impulsó unas excavaciones en el yacimiento romano de Los Cantos, ubicado a un kilómetro de la localidad. Entre otros hallazgos, el sacerdote encontró cuatro esculturas infantiles, que los vecinos bautizaron como "los muñecos", y que representaban, según se dice, a las cuatro estaciones.

El Niño de las Uvas - Foto: laverdad.es

Estas esculturas, recientemente, han sido noticia pues tres de ellas han aparecido en una operación policial, y es la cuarta y nuestra protagonista de hoy -El Niño de las Uvas- la que aún se encuentra en paradero desconocido. La última noticia que se tiene de ella es que pudo ser vendida por una sobrina del cura al Museo del Louvre de París para sufragar las obras de una capilla de la iglesia de Bullas, pero el museo dice no saber nada de ella, aunque ha iniciado una investigación para determinar si se encuentra entre sus fondos. Las esculturas están datadas en el siglo I d. C.


martes, 18 de octubre de 2016

El Olivo de El Palmar, El Palmar-Valencia

Hacía tiempo que no traíamos ejemplos de la veneración del hombre -o de distintas comunidades humanas- al árbol, como elemento simbólico o tótem sagrado. El caso de hoy lo hemos encontrado en la literatura, leyendo una de las obras más populares del gran Vicente Blasco Ibáñez, como es "Cañas y barro", en la que existe una interesante descripción de un olivo de El Palmar, la población de La Albufera valenciana donde transcurre la trama de la novela, que era mucho más que un simple árbol para los habitantes de esta población, según el autor. Al igual que ocurre en otros muchos casos, el árbol era un lugar de reunión, además de una especie de juez o testigo bajo el que se cerraban los tratos e incluso el depositario de la buena armonía entre los vecinos, pues cuando alguien se encontraba algo que no era suyo, debía dejarlo junto al olivo para que fuera recogido por su verdadero propietario.
Suponemos que Blasco Ibáñez se basaría en un olivo y unas costumbres que existieron alrededor del mismo en El Palmar, pero no hemos encontrado ninguna información sobre su existencia en la actualidad, ni sobre si verdaderamente existió o no este olivo, pues no debemos de olvidar que nos encontramos ante una obra de ficción, por lo que pudiera haber sido fruto de su imaginación, recreando el culto al árbol existente en tantos otros lugares y que han perdurado prácticamente hasta nuestros días, pero creemos que si no existe en la actualidad, pues no lo describía muy sano a principios del siglo XX, sí debió existir en tiempos del gran escritor valenciano en dicha población de La Albufera. De este modo, ante nuestras dudas al respecto, agradeceríamos, como siempre, cualquier información sobre su posible existencia.

El Palmar al fondo - Foto: viewAt.org


Fuente: "Cañas y barro", Vicente Blasco Ibáñez

Los más viejos del pueblo se agrupaban junto al olivo retorcido y de escasas hojas, único adorno de la plaza. Este árbol raquítico y antiguo, arrancado de las montañas para languidecer en su suelo de barro, era el punto de reunión del pueblo, el sitio donde se desarrollaban todos los actos de su vida civil. Bajo sus ramas se hacían los tratos de la pesca, se cambiaban las barcas y se vendían las anguilas a los revendedores de la ciudad. Cuando alguien encontraba en aguas de la Albufera un mornell abandonado, una percha flotando o cualquier otro útil de pesca, lo dejaba al pie del olivo, y la gente desfilaba ante él, hasta que el dueño lo reconocía por la marca especial que cada pescador ponía a sus útiles.


El Ramu de Vibañu, Vibañu-Llanes

Gracias a Daniel Salmador, hemos conocido este canto conocido como Ramu -ramo- del oriente asturiano; en concreto, de la población de Vibaño, en el concejo de Llanes, un pueblo que conserva buenos ejemplos de arquitectura rural tradicional. Tras el tinte cristiano del mismo se aprecia una ancestralidad que va mucho más allá en el tiempo, los "ecos de la Iberia profunda", como lo ha calificado el propio Daniel Salmador. Tras el culto a la Virgen, que se manifiesta en la letra de este Ramu, seguramente se esconde, como ya se sabe, una reminiscencia de esos antiguos cultos a la Madre Tierra. Su nombre hace referencia al ramo que se realiza en ofrenda, compuesto de pan y flores en este caso, apareciendo en otros pueblos cereales, uvas o manteca. Pero oigamos y extraigamos nuestras propias conclusiones.

 

 Fuente: Telmoarturo (canal de youtube)

 El canto del ramo se interpreta en muchos pueblos de Asturias durante las fiestas patronales. Los ramos son ofrendas que se colocan sobre un armazón de madera listo para ser transportado hasta la capilla del santo patrono. Las ofrendas son diversas según el pueblo y la época de la fiesta: pan, cereales, uvas, manteca. Las mozas adornan el palanquín con flores y cantan el ramo, generalmente acompañándose de percusión, mientras los hombres lo portan sobre los hombros. Este ramo del oriente de Asturias está dedicado a la Virgen del Rosario y se interpreta con panderetas y tambor en un difícil ejercicio de repetición.


Asturias

jueves, 13 de octubre de 2016

El Ecce-Homo y la Cueva de Gigantones, Alcalá de Henares

En los alrededores de la antigua Complutum, siguiendo el curso del río Henares, existe una atractiva ruta de cerros entre los que se encuentra el Cerro del Ecce-Homo -836 msnm-, un monte que según Gonzalo Gómez, autor del libro "Alcalá Mágica y Heterodoxa" era un lugar sagrado en la antigüedad; conjunto que se hallaba formado por una ruta de siete ermitas, con la inicial de la Ermita del Val, junto a la orilla del propio río Henares, y una cueva, la de Gigantones, que según se dice formaría igualmente parte de dicho conjunto sacro, como la propia cima del Ecce-Homo. Todo esto lo hemos oído en un podcast de una intervención radiofónica de dicho autor de hace un lustro y nos ha parecido interesante de traer al blog, aunque no hemos leído el libro, con lo que no conocemos en qué datos se basa para extraer dichas conclusiones. Habrá que tratar de conseguir dicho libro, además de hacer el recorrido. Eso sí, hemos de decir, que ya el pasado año estuvimos, en este blog, junto a este cerro-testigo para dar cuenta de un altar romano consagrado a Marte que se halló en las ruinas de Alcalá la Vieja, lo que podría servir como una prueba más de la sacralidad de este monte.

Ecce-Homo - Foto: quetiempo.es

Fuente: Intervención de Gonzalo Gómez, autor del libro "Alcalá Mágica y Heterodoxa", en el programa radiofónico Hoy por hoy Henares el 28 de octubre de 2011.

El Ecce-Homo sin duda, con la Cueva de Gigantones, era un lugar de cultos muy antiguos, desde tiempos prerromanos.
[...] Vamos a remontarnos al culto primitivo de la Madre Naturaleza, de la Mater, al lugar que nos está señalando la Ermita del Val, lugar mágico que forma el río Henares, que está olvidado pero que forma parte del conjunto sacro del lugar; el ascenso de las siete ermitas, atravesando la Cueva de Gigantones, que es como volver al útero de la Madre Naturaleza, y ascender hasta la cima, que es donde están las últimas tres ermitas, que eso sería el final del ascenso. Es un renacer espiritual, que se ha utilizado en todas las religiones, representando el volver a nacer otra vez a la vida, cuando la persona ya ha modificado su trascendencia. El volver a la cueva, la cueva representa el útero de la Madre Naturaleza, como se ha dicho, donde al salir de nuevo a la luz, salimos regenerados.  


Cueva de La Pasiega, Puente Viesgo

De entre las muchas especulaciones existentes alrededor de las pinturas rupestres del Paleolítico, una de las posturas más arraigadas o a la que más valor se la da, es la de interpretar estos enclaves como antiguos santuarios de la Prehistoria. Así parecen atestiguarlo multitud de ejemplos en los que las pinturas se sitúan en espacios de difícil acceso y lejanos a los habitacionales, lo que parece otorgarles una singularidad como espacio no común o retirado del cotidiano, seguramente cercanos a lo místico y religioso. Así ocurre por ejemplo con la Cueva de la Pasiega, en el municipio cántabro de Puente Viesgo, municipio en el que existen otras muestras muy conocidas como las de la Cueva de El Castillo -cuyo monte del mismo nombre se encuentra representado en el escudo de la localidad-, que ya trajimos a este blog en los orígenes del mismo.
Existen en La Pasiega más de 700 figuras o representaciones: 97 ciervos, 80 équidos, 32 cápridos, 31 bóvidos -17 bisontes y 14 uros-, dos renos, un rebeco, un animal carnívoro, un megalocero o alce irlandés, un ave y un pez, además de lo que parece un mamut y 40 cuadrúpedos sin identificar claramente. Como se puede comprobar, el ciervo es el animal más predominante por lo que se cree pudo tener un muy importante simbolismo para las comunidades que lo representaron. También existen representaciones ideomorfas.

Caballo y ciervo en la Cueva de La Pasiega - Foto: adevaherranz.es

Fuente: Leroi-Gourhan:

Animales y signos responden, en consecuencia, a las mismas fórmulas fundamentales, lógicamente binarias y aún acusadas por el hecho de que los animales de la misma especie aparecen, frecuentemente, en parejas, macho-hembra, pero el dispositivo es tan complejo que no dejaría suponer una explicación únicamente fundada en el simbolismo de la fecundidad; elemento inicial es la presencia de dos especies A-B (caballo-bóvido); confrontadas a dos categorías de signos, masculinos y femeninos, uno estará tentado de atribuir al caballo y al bisonte el mismo valor simbólico o, al menos, una bivalencia del mismo orden que el de los símbolos de las dos categorías.