sábado, 16 de julio de 2016

El Dolmen de El Chopo, Montecorto

Nos acercamos a la comarca de Serranía de Ronda, a la población de Montecorto, que toma el nombre del monte en el que, prácticamente, en cuya falda se encuentra. En dicho municipio, gracias a la fertilidad de sus tierras y a la abundancia de agua, además de a la existencia de sílex en grandes cantidades, se asentaron comunidades humanas desde el mismo Neolítico; de este modo existe un dolmen -El Dolmen de El Chopo- que no es la única muestra megalítica en este pueblo -ya hablaremos de otro importante dolmen-, convirtiéndose, en época contemporánea, en un auténtico tótem para esta población, pues aparece incluso en su escudo, como se puede observar más abajo en esta ficha, incluso se puede observar un menhir del que no hemos encontrado ninguna información, pero que su inclusión en el propio escudo nos sirve de indicio para estimar que en el pueblo también existió -o existe- un menhir.

Foto: malaga.es

El Dolmen de El Chopo es también conocido como el Sepulcro del Gigante o de la Giganta, y recibe el nombre de El Chopo por encontrarse en el Cortijo de El Chopo, hallándose, por tanto, en una finca privada, aunque se puede contemplar más o menos de cerca por no encontrarse lejano a uno de los bordes de la misma. Es de largo corredor y cámara alta, poco diferenciada del corredor, con bloques u ortostatos de considerable tamaño, por lo que se entiende que pudo asemejarse, en su origen, al Dolmen de Menga de Antequera, en lo que respecta a su altura, no a sus dimensiones, pues el de El Chopo es más reducido. Éste se sitúa en una zona alta amesetada a los pies de la ladera sur de la Sierra de la Sanguijuela, con lo que se entiende que en las cercanías, en una zona más baja, pudo estar su poblado. Como ocurre con la mayoría de estos monumentos en piedra prehistóricos, sólo se suele hablar de su función como lugar de enterramiento y no del carácter cultual, más allá del culto a los muertos y a los antepasados, que pudo tener. La zona alta mesetada pudiera ser una prueba también de encontrarnos ante lugares de reunión alrededor de los megalitos en determinadas celebraciones, no necesariamente todas de tinte religioso o cultual.


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