Nos acercamos a un valle y a un río muy especiales para el que suscribe y que han aparecido por aquí en más de una ocasión. Hablamos del antiguo
Tagonius, "el pequeño
Tagos o
Tajo", que discurre, más o menos en paralelo a éste, a unos cuantos kilómetros, describiendo una misma curva sobre una pequeña parte de la "piel de toro", de ahí quizás su nombre, aunque mucho más humilde en cuanto a caudal y, sobre todo, en cuanto a recorrido, pues lo estamos comparando con el más largo río ibérico. Sea o no acertada la comparación, lo cierto es que, aunque no de forma directa, las aguas del
Tajuña acabarán uniéndose a las del
Tajo, buscando el lejano océano, allá en la antigua
Olissipo, la que dicen fue fundada por
Ulises u
Odiseo para los griegos.
Pero adentrémonos en el tema de hoy, que no es otro que la personificación de un río o, más bien, de la
Madre del río, en este caso. Hace pocos días leí en un libro titulado " El
valle del Tajuña" (1991), de
Juan Miguel Sánchez Vigil (1991), sobre una forma de asustar a los niños en los pueblos del valle del Tajuña, principalmente en los municipios ribereños de la provincia de Madrid, por donde transcurre el río tras dejar atrás la provincia de Guadalajara, y esto se hace a través de la conocida como
Madre del río. Este tipo de personificaciones de elementos naturales, como son los ríos, constituyen algo tan ancestral casi como la propia existencia de la especie humana; desde este punto de vista hemos considerado pertinente dejar constancia de un elemento del folklore local como éste, que hunde sus raíces en tiempos muy antiguos y que, tristemente, pueda desaparecer a corto plazo, si no lo ha hecho ya.
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El valle del Tajuña visto desde el Risco de las Cuevas de Perales de Tajuña - Foto: Iberia Mágica - 09/11/2015 |
*Fuente: "El valle del Tajuña" de Juan Miguel Sánchez Vigil (1991)
El valle se inunda a menudo durante el invierno sin que por ello se sorprendan los vecinos. No sucede lo mismo en primavera, cuando arroyos y manantiales vierten el agua a borbotones y las nubes de tormenta desbordan el lecho cogiendo desprevenidos a los labradores. Se dice entonces que el río se sale de madre. [...] para los chicos la frase tenía otro significado. En la vega se la ha utilizado para controlar las travesuras de los muchachos y conseguir su obediencia. La expresión era común y producía un efecto fulminante: -¡Que viene la madre del río!.
La Madre del río era pues un personaje misterioso, jamás visto, capaz de hacer la competencia al temido Hombre del Saco y al no menos odiado Coco. Los más pequeños se la imaginaban como un bicho raro que no dudaría en devorarles desafiando al más fuerte. Lo cierto era que, gracias al dicho, los niños no se acercaban a la ribera y el peligro de accidentes disminuía considerablemente sin necesidad de vigilarles de cerca.