viernes, 6 de noviembre de 2015

El cabo Finisterre o el fin del mundo, Fisterra

Hoy volvemos a ese lugar que, como su nombre indica, durante mucho tiempo se creyó que era el fin del mundo conocido; aunque no constituye, en la Península Ibérica, un caso único, pues también se decía del Cabo de San Vicente, el antiguo Promontorium Sacrum que, igualmente, visitamos el pasado verano. En la actualidad se sabe que el punto más occidental de la Península es Cabo da Roca, del que también se especula fue un antiguo santuario. Pero hoy estamos hablando del cabo Finisterre o Fisterra, en el concello, al que da nombre. Este lugar era verdaderamente el destino final de esa ruta ancestral conocida, una vez cristianizada, como Camino de Santiago; el final del camino pagano, en expresión de muchos. Hasta hace pocos años, en la época contemporánea, todos los peregrinos finalizaban su recorrido en Santiago de Compostela, en la Plaza del Obradoiro, pues muy pocos conocían ese otro destino, pero en los últimos años ha aumentando, considerablemente, el número de peregrinos que finalizan su camino en Fisterra, allí donde termina la tierra, pues ya no se puede seguir más al Sol en su ocaso días tras día, si no es a través del considerado, por entonces, como océano infinito. Los peregrinos ese día se despojan de sus viejas ropas, que son quemadas, y de sus desgastadas botas y emprenden, al día siguiente, el camino de vuelta, renaciendo como el Sol que verán levantarse, mañana tras mañana, en su camino de vuelta, pues antigüamente no se volvía, como en la actualidad, en ningún medio de transporte que no fueran los propios pies de uno mismo.



A pesar de que Cabo Finisterre ha aparecido en este blog en más de una ocasión, no ha sido hasta este último verano cuando hemos conocido in situ este mágico enclave. Contemplar la puesta de Sol en este lugar, como ya dijimos en relación al Cabo de San Vicente, que también conocimos este mismo verano, es una de las experiencias más sublimes que se puedan vivir, en opinión de este humilde escribiente. No sólo sobrecoge la espectacularidad del paisaje, con soberbios acantilados y la contemplación del inmenso Océano, sino el conocimiento de encontrarse en un lugar sagrado, en un templo de la Madre Tierra, de la Naturaleza en general y que, como tal, era el destino final de unas rutas y peregrinaciones que se pierden en la noche de los tiempos. No obstante, estamos en un lugar donde existió un Ara Solis; así lo citan las fuentes clásicas. Además, a diferencia de San Vicente, donde se buscaba mucho más la fotografía, el recuerdo turístico, aquí la gente, por lo general, sabía a donde venía, se fuera o no peregrino, pues la mayor parte de las personas se mimetizaban con el entorno en absoluto silencio. Aportamos un vídeo, de aquel mágico crepúsculo, siendo conscientes de que no hace justicia a la verdadera vivencia de sentirlo sobre el lugar.



2 comentarios:

  1. Argantonio, ¿deduzco por tus palabras que el cabo Fisterra, ha conservado a través del tiempo, su sacralidad y su transcendencia mucho mejor que el de San Vicente?
    Quizás (no lo sé), el cabo portugués tuvo ese sentido trancendente en la antigüedad, pero acaso lo perdió, para convertirse, como dices, en algo mas turístico.
    Desde luego, creo que hay pocos lugares tan mágicos como Fisterra, aunque no tengo la suerte de conocerlo. Y ninguno como ese en cuanto al significado que tiene de renacimiento espiritual para todo aquel que peregrina hasta allí, saliendo de él convertido en una persona nueva. Me atrevería a decir, que incluso por encima de la propia Catedral compostelana, por eso peregrinar a Santiago sin llegarse a Fisterra es como no concluir tu viaje. Entendiendo viaje, no solo en desplazarte caminando hasta allí, sino como la unión con lo mas profundo de tu propio interior.

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  2. Sí, no has podido describir mejor lo que es el verdadero viaje que muchos, entre los que no tengo la suerte de encontrarme, han experimentado. Yo estuve presente allí y pude percibir esa conclusión que bien apuntas, a pesar de que yo no llegué como peregrino y, por tanto, no hice ese viaje ni con los pies, ni interiormente. Ya me gustaría experimentarlo alguna vez en la vida, aunque no tenga que ser necesariamente ese camino, pues casi se puede decir, que el camino está dentro de uno mismo. En relación a la comparación entre Fisterra y Cabo de San Vicente, la verdad que me gustó contemplar cientos y cientos de personas, las dos veces que pude ver la puesta de Sol en San Vicente; pareciera que más de dos mil años después la gente continuara rindiendo culto al Sol poniéndose en el Océano, incluso con aplausos tras su ocaso. Pero sí es verdad que era algo más turístico, más festivo, con la gente más atenta casi a las fotografías y a los vídeos (yo también, no tengo nada que criticar, porque además de hacer vídeos, hice bastantes fotos) que al propio hecho en sí de encontrarse en un lugar geográficamente tan marcado y de tan alto significado ancestral como aquél. Desde ese punto de vista sí es verdad que encontré mayor respeto o entendimiento del significado ancestral en Finisterre. En cierto modo quizás tenga su lógica, pues muchos de los que allí llegaban eran peregrinos, además peregrinos, sin desemerecer al resto, con un mayor conocimiento del más profundo significado e histórico origen del camino que los que se quedan en Compostela, mientras que en San Vicente éramos todos turistas; eso seguramente tenga mucho que ver.
    Muchas gracias de nuevo por tu comentario, amigo.

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