miércoles, 14 de octubre de 2015

El tejo de San Cristóbal de Valdueza

En El Bierzo, muy cerca del valle del Silencio, se encuentra San Cristóbal de Valdueza. Como ocurre con tantas otras poblaciones rurales lejanas a las grandes ciudades, su número de habitantes no para poco a poco de menguar, teniendo en la actualidad únicamente veintiún habitantes, la mayoría de ellos de avanzada edad. Allí existe un tejo milenario que según el estudio de un ingeniero forestal -Carlos Romero-, realizado en 1988, tendría hoy 1.251 años de edad o, lo que es lo mismo, sería del siglo VIII.
La existencia de una ermita en ruinas junto al árbol, de la que sólo queda la espadaña, además de un cementerio -ya se sabe que para los antiguos celtas era el árbol asociado a la vida y a la muerte-, nos pone sobre la pista de encontrarnos, quizás, en lo que fue un antiguo lugar de culto o, al menos, con una fuerte carga simbólica para los habitantes de este pueblo durante siglos. Es conocido que muchos árboles, por ejemplo, "de concejo", son la sustitución de otro anterior, con lo que podríamos encontrarnos ante un caso similar. Si la ermita se construyó junto al tejo, es muy posible que éste pudiera ser el punto de encuentro para antiguas comunidades, con lo que el templo cristiano podría haberse situado en ese enclave por dicho motivo. Extraemos, como fuente, parte del texto de un capítulo titulado "El tejo de San Cristóbal de Valdueza: esplendor o decadencia", perteneciente al libro “Patrimonio Secreto. Cultura y Biodiversidad del Tejo en la Cuenca del Sil”.


Foto: fjagaedv.blogspot.com

*Fuente: "El tejo de San Cristóbal de Valdueza: esplendor o decadencia" - Bernabé y José Moya

El Tejo de San Cristóbal de Valdueza es un vestigio cardinal del patrimonio natural y cultural berciano.
El tejo es un árbol estratégico y misterioso, que ha cosechado a través del tiempo, un significado mágico y religioso, casi inigualable. Pueblos y culturas de toda Europa, Oriente Medio y el norte de África, han quedado subyugados ante su vigor inmortal y su veneno letal. Consagrado a cantidad de deidades del bosque, subterráneas, de la caza o la venganza, fue considerado un árbol sagrado, elegido para acompañar nuestro caminar en santuarios, ermitas y camposantos. Sus ramas y hojas forman parte de innumerables ritos, encantamientos y ofrendas. Tradición que, en San Cristóbal de Valdueza, aún se mantiene viva cuando, al llegar la festividad de “Todos los Santos”, algunos vecinos las ofrecen como sufragio a sus antepasados.
En San Cristóbal de Valdueza, la cultura del tejo continúa latiendo. Aunque los escasos datos históricos, y una memoria oral cada día más dispersa y menguada, hacen difícil desvelar qué fue primero: el tejo, la ermita o el pueblo.
Una de las versiones más queridas por los vecinos es que el árbol fue plantado por pastores, cuando decidieron asentarse, definitivamente, con su ganado, en estos oteros de fresco y abundante pasto, dando lugar a la fundación de la aldea. Otros creen que el tejo se plantó a la entrada de la ermita, al culminar su construcción como símbolo espiritual de la inmortalidad del alma y la vida eterna. Hay quien remonta su presencia a la influencia de la cultura celta… En este caso, el árbol que hoy admiramos, es el representante de una saga de tejos sagrados que se han sucedido a lo largo de miles años.
Tampoco faltan los que piensan que el tejo ya estaba allí, en su tierra, como prueba innegable de las frondosas tejedas que antaño poblaron el Valle del Silencio, y que fueron los humanos, los que levantaron sus hogares buscando el regazo.



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