En su lugar se ha plantado un chopo o álamo blanco, en vez de negro, con la intención de dejar un nuevo vecino arbóreo a presentes y futuras generaciones, que no se vea afectado por tan dañina enfermedad que tantos árboles se llevó por el camino, sobre todo olmos comunes o negrillos, aunque también, como vemos, álamos negros; ahí está el caso de nuestro protagonista.
Vaya desde aquí nuestro homenaje a este árbol.
Foto: sierradegatadigital.es |
*Fuente: Juan Antonio Pérez Mateos - LAS LETRAS DEL VIENTO. Álamo de Torre: "Llorad por mi"
Yo he sido testigo de todos los acontecimientos de esta villa: veía a las mujeres con su cántaro de barro ir a la fuente, los bautizos, las bodas, los entierros, la llegada de forasteros hasta diligencias y autobuses, Felipe Rodríguez, dueño y conductor, natural de Villanueva de la Sierra, y Santiago, el cobrador. Aquí hasta se reunía el Concejo y, a mi sombra, se bailaba al son del tamboril, y, en mi refugio, los toros y vacas, en fin, la vida.
Cómo me amabais todos, que hasta el cura y poeta don Francisco Domínguez Silva me dedicó un largo poema, “imponenti y juerti”:”¡Arbol venerable, / que llevas prendida la esencia de un pueblo! (…) el álamo, anclado en la plaza de la Torre, / tan voluminoso y corpulento, / aun con sus vejeces y sus estropeos / ¡cuánta alma conlleva!”. Cuando lo recuerdo, lloran mis hojas y mis ramas. Yo he hecho lo posible porque estuvierais bien, vecinos, os sintieseis, cómodamente, en esta plaza, donde se ha escrito, la historia de la Torre. Y, bajo mi sombra, escuchaba vuestras palabras, por más que, en ocasiones, los pájaros se alteraran y sus silbos no me dejaran oír vuestras cuitas, gozos y sombras de la vida, lo que pasó con fulano o aquella tarde en que el toro daría un buen susto a citano, pero, por allí estarían los galenos, don Silverio Arias - Camisón o don Rufino para haceros un quite, cuando yo presenciaba cómo llegaba la penicilina, en esa época del estraperlo, años de posguerra, “los del hambre”, el café también, y los portugueses soslayando la vigilancia de los jinetes rabiosamente verdes – la Guardia Civil -.
[...] Cuánto podría decir de vosotros, paisanos míos, a los que tanta sombra os di y a tantos cuerpos cobijé, faro vegetal me sentí y, sin embargo, la vida me venció. ¿Quién iba a pensar que un álamo como yo no iba a resistir al tiempo? Pues ya veis: cómo me iría despidiendo de vosotros, con la historia callada y escrita en mis hojas, la rara enfermedad, papiros fugaces de mi paso por esta tierra, por este pueblo, por esta plaza.
Yo soy el primero en haberos dejado sin la bonanza de la sombra en los estíos ardorosos y lo siento, porque gozaba con vuestra compañía. Os veía, os miraba con el cariño de siempre y siento, vaya que si siento, haberos dicho adiós, sin que las campanas no hayan tocado a muerto. Ahora ya soy, únicamente, recuerdo sepia en vuestras retinas.
Fotos: Iberia Mágica, 31/03/2015 |
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