Todo esto, Javier González Cabezuelo, lo cuenta en relación a su episodio sobre la Sierra del Almuerzo, en la comarca soriana de Campo de Gómara, una antigua sierra con claros vestigios de haber sido sagrada desde tiempos inmemoriales. En ella se encuentra el antiguo altar rupestre, conocido como la Mesa de los Siete Infantes, donde se dice que almorzaron, antes de ser apresados, los Sietes Infantes de Lara , y de cuyo almuerzo o comida tomó el nombre esta sierra. Por tanto, estamos en un lugar donde las leyendas y los lugares de culto se vienen sucediendo desde la Prehistoria y la Edad Media. Allí se encuentra la Ermita de la Virgen del Almuerzo de Narros, también consagrada a San Roque, desde donde el santo del perro, el posible antiguo Lug, observa el territorio que fue la antigua Celtiberia.
La Sierra del Almuerzo - Foto: eu.wikiloc.com |
*Fuente: Javier González Cabezuelo, Esperanto Radio
Desde lo alto, se puede vislumbrar, allá abajo, el Santuario de Nuestra Señora del Almuerzo, como un recoleto cenobio, aislado en la llanura. Hay junto a él, una ermita consagrada a San Roque; curioso santo éste, pues tiene a su nombre consagrado mayor número de iglesias y altares que cualquier otro en esta provincia. Se cita, que el día 16 de agosto, el de su onomástica, son infinidad de pueblos los que le reverencian. Supera, sin duda, en popularidad a otros santos célebres en Soria. San Roque es el patrón de los apestados, nada más lógico que su culto a unas tierras que en el pasado sufrieron epidemias crueles de peste, que llegaron a devastar pueblos enteros. También, por otra parte, sabemos que los apestados, los leprosos, simbolizaban a "los otros", los herejes, los judíos, los patanes, los cátaros, los maragatos, los agotes. Sería así, según esto, que San Roque era el patrón de los heterodoxos, el clandestino valedor de los perseguidos por el poder. Pero debemos fijarnos en su presencia; escogamos, para no ir más lejos, una imagen, la que nos presenta la pequeña ermita cercana a Nuestra Señora del Almuerzo, veremos que le acompaña un perro. Ese perro, al que los dioses cuidan en las leyendas irlandesas, ese perro, sabio que diría el santo, el perro de Lug. Pero es que, además, el santo lleva en su rodilla izquierda descubierta, harapienta, en la ropa, nos está diciendo que es un iniciado. Por si alguien pensara que este hecho es casual, el mismo santo sostiene el borde del ropaje levantado.
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