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*Fuente: Antonio García y Bellido, "El Mithras Tauroktonos de Cabra (Córdoba)"
El grupo representa a Mithras sacrificando al toro, según la fórmula corriente en estos monumentos. La deidad irania de la luz clava su cuchillo en el cuello del toro, al que sujeta por el morro con la mano izquierda. Mithras viste calzas largas y un chitón corto, ceñido a la cintura, con mangas largas. A su espalda el manto, que se sujetaba al cuello. La cabeza en alto,
mirando a la lejanía, se toca con un gorro frigio que deja visible a los lados las guedejas de una larga cabellera. El toro, vencido, se posa sobre un terrazo rocoso. Un escorpión punza con su aguijón los genitales del toro; una serpiente repta mordiendo (se ven las arrugas del mordisco en la piel del toro) a la vencida y ya agonizante bestia. El perro, fiel auxiliar de Mithras, lame ávidamente la sangre que mana de la cuchillada mortal. Todo —repetimos— según las fórmulas consuetudinarias en estas representaciones.
El hallazgo aporta un monumento mithraico más al acervo hasta hoy conocido en la Península. Pero es excepcional porque de esta escena, que como se sabe constituía el centro de los "retablos" mithraicos, no se conoce en la Península más que la de Itálica, un simple esbozo inciso sobre una lastra. Es seguro que la contuvo también el "retablo" mithraico de Troya
(Setúbal, Portugal), pero de éste no han llegado más que las manos delanteras del toro. Los dos ejemplares citados fueron esculturas relivarias. Esta es, pues, la única completa y la única en bulto redondo hasta hoy conocida en la Península. En ello reside su mayor interés. Como obra artística es discreta. Las proporciones, aunque dispares, eran las acostumbradas en estas clases de monumentos en los que el toro parece menor que un novillo, el perro del tamaño de un gato y el escorpión desmesuradamente grande.
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