lunes, 24 de febrero de 2014

Los Machurreros, Pedro Bernardo

Pedro Bernardo, localidad de la comarca del Valle del Tiétar o de Arenas de San Pedro, está de enhorabuena, pues Los Machurreros volverán este sábado 1 de marzo a correr por sus calles. Estos enmascarados dejaron de hacerlo allá por la década de los cuarenta del siglo pasado, pero gracias a un importante trabajo de reconstrucción y documentación de la Asociación Cultural Siempreviva de Pedro Bernardo, esta mascarada de invierno no se perderá definitivamente. Como bien dice Pedro Granado, autor de un fabuloso dossier del que extraemos unas líneas y miembro de la Asociación, los Machurreros eran una "costumbre dormida; dormida, y no perdida, pues lo perdido es lo irrecuperable y, afortunadamente para los herederos de este patrimonio intangible, estamos a tiempo de evitar una pérdida irrevocable de ésta porción de nuestra cultura", "un tesoro etnográfico", como bien lo califica.
La indumentaria típica del machurrero estaba formada por una máscara de madera, un pañuelo para ocultar la parte superior de la cabeza y las orejas, un traje militar, pues los licenciados en el servicio militar lo solían utilizar como disfraz, una vara de mimbre, esquilas y cencerros.
Estas mascaradas invernales, como ya se ha dicho por aquí, tienen un claro origen precristiano y simbolizan la oscuridad invernal que, poco a poco, irá cediendo paso a la primavera cada vez más cercana, de ahí que, según se ha podido saber, los Machurreros salían todos los domingos desde principios de año, hasta el domingo de Carnaval, momento en el que se iniciaba la cuaresma, como anunciadora de la proximidad de la floreciente estación que sucede al invierno.
Desde aquí deseamos una larga, larguísima vida, a Los Machurreros de Pedro Bernardo.

Traje de machurrero recuperado a partir de las descripciones recogidas. Fotografía: Pedro J. Granado.


*Fuente: Machurreros, mascarada de invierno: proyecto de recuperación de la mascarada de Pedro Bernardo - Pedro J. Granado García.

No son seres zoomorfos, como en el caso de los Cucurrumachos navalosanos, sino seres que infunden temor y amedrentan, que representan el mal y portan máscaras con rasgos diabólicos. Según la idiosincrasia popular, el personaje protagonista de una mascarada demoníaca representa precisamente al diablo (desde que la fiesta se enmarca en la sociedad cristiana), y a las fuerzas del mal, la oscuridad, las penas y la escasez del invierno.
Las mascaradas diabólicas o demoníacas se subdividen, según Calvo Brioso, en las tipologías “zangarrones” y “obisparras”. En el caso de los machurreros, se entroncarían en el subtipo de zangarrones, por la ausencia de personajes que teatralicen o representen al bien bajo la apariencia de obispos o clérigos, que nada tenían que ver en ésta tradición cucharera. Las mascaradas “de zangarrones” se desarrollan en una actuación a base de carreras, gritos y golpes, de gran estruendo. Los actores apenas hablan o no lo hacen (para evitar ser reconocidos).
Que los machurreros salían periódicamente cada domingo durante el periodo invernalesindudable, analizados los testimonios recogidos. Podría presumirse entonces, que la fiesta estaba desvinculada de los actos litúrgicos. Sin embargo, y a pesar de que, como decimos, no parecía existir vinculación con las fiestas religiosas como sucede con los zarramaches de Casavieja en San Blas, algunas insinuaciones de los informantes les asocian con las celebraciones de San Sebastián (téngase en cuenta que según algunos testimonios finalizaban sus salidas el Día de Las Candelas, en que se retornaba al Santo a la ermita).
[...] La puesta en escena del machurrero consistía en correr por las calles con el objetivo del alborotar y asustar, principalmente, a niños y niñas, pero también a las mujeres. Los niños, jaleaban con frases alarmantes cuando se percataban de la llegada del machurrero: “¡Que viene el machurrero! ¡Qué viene, qué viene!”, a la vez que provocaban al enmascarado con expresiones burlescas como “¡Machurrero, machurrero! ¡Macha el ajo en el mortero!”. 
Eran elementos característicos de la acción las carreras, las cencerradas, los gritos y alaridos propios de su carácter intimidatorio, y las figuraciones punitivas a través de los elementos fustigantes que, en nuestro caso, se componían de varas de mimbre, sin más, según la mayoría de los testimonios, en algunos casos rematadas por una vejiga de cerdo, cabra u oveja, según otros. Entendemos que, llegado el momento, tal como los machurreros salían, se recogían y desaparecían de las calles, a placer de cada uno. No se han hallado referencias a danzas pautadas como sucedía con los danzantes de San Sebastián, por lo que cabría pensar que la mera carrera, los saltos y aspavientos serían suficientes para hacer sonar los cencerros.




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