lunes, 17 de febrero de 2014

La sacralidad del tejo, San Esteban de Cuñaba-Peñamellera Baja

No hace mucho estuvimos hablando del Tejo de Bermiego; hoy nos acercamos también a Asturias, a San Esteban de Cuñaba, población perteneciente al concejo de Peñamellera Baja, en el oriente asturiano. Pero, mientras que el emblemático tejo de Bermiego sigue existiendo, no se puede decir lo mismo del Tejo sagrado de San Esteban de Cuñaba, el cual desapareció a finales del siglo XIX y, a pesar de ello, se le sigue recordando por los vecinos como venerable. Todos los 2 de febrero el Sol volvía a iluminar su copa, lo que indicaba que se estaba a mitad de invierno y éste poco a poco iría mitigando para dejar paso a la primavera, iluminando el sol por última vez su copa los 8 de noviembre, para volver a aparecer de nuevo el 2 de febrero y así año tras año y generación tras generación. De tal modo era tal la importancia que tenía para esta parroquia, que hace poco, en su lugar se quiso plantar otro, pero justo donde éste se ubicaba, junto a la ermita de San Esteban de Cuñaba, una empresa eléctrica colocó una torreta que, tristemente, como si de un árbol de hierro se tratara, sustituye al verdadero ser espiritual propio de dicho enclave: el texu. Bajo él se celebraban los concejos abierto, los vecinos decidían sobre la gestión del comunal y demás asuntos propios de la comunidad y cómo no, el lugar, fue cristianizado a través de la ermita, prueba de que seguramente nos encontremos ante un lugar más de culto ancestral.

Lugar que ocupaba el tejo de San Esteban de Cuñaba, justo donde la torreta  - texu.files.wordpress.com

*Fuente: Manolo Cuñaba, vecino de San Esteban de Cuñaba, en RNE3, Programa El Bosque habitado.

El 2 de febrero el sol pegaba en la copa del tejo y era tiempo de que saliera el Sol. El Sol marcha el 7 o el 8 de noviembre, pegaba el último día en la copa del tejo, y hasta el 2 de febrero no volvía. Claro, todos miraban al tejo, era el emblema del pueblo. Era como una obligación ir al tejo y todo lo que se acordaba bajo él, que eran como leyes que se hacían en los pueblos, el aprovechamiento de los pastos, de las bellotas; aquí hay mucha bellota de roble y el hayuco que se llama, la grana de las hayas. Entonces siempre se tenía a los cerdos en la zona alta, antes de venir las castañas, y cuando venían las castañas al hayuco y no podían bajar, nombrándose, cada mes, a un vecino del pueblo para que no bajaran los cerdos a comer las castañas.
Los árboles tenían mucho mérito aquí, como tenía el tejo. El tejo tenía un mérito por lo que era, pues no daba grana, pero era como tenemos a San Esteban ahí de patrón. El tejo era como algo venerable, porque cuando venían tormentas grandes me acuerdo yo que decían "¡ay, Santa Bárbara bendita" y miraban al tejo. 
Nos decían mi abuelo y una hermana suya, que era el ama de esta casa, "tened cuidado que están ahí nuestros antepasados donde estaba el tejo", y nosotros pensábamos que sería una leyenda de la gente mayor. Pero cuando, por narices no me hicieron caso, y se colocó la torreta del transformador allí, me viene un obrero y me dice que había una alcantarilla, yo le dije que allí no podía haber nada, con lo que me acerqué y ante mi sorpresa, apareció una tumba. Nuestros antepasados al final tenían razón. Tuve una suerte de tener un abuelo que me explicó muchas cosas, él quería que su nieto supiese. Todos lloramos cuando se nos van nuestros abuelos, pero es que los lloramos como abuelos, pero con ellos, además, se nos va una tradición. 



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