Buenas tardes. Hoy volvemos a dar vida a este humilde espacio. Para ello, y transcurrido más de un mes, queremos dejar constancia de una curiosa tradición que no pasó despercibida para nosotros. El 14 de agosto, remontando el río Tajuña desde su desembocadura, y habiendo recorrido más de la mitad de su curso, llegamos a la antigua población de Brihuega, la que dicen fue la antigua ciudad celtibérica de Brioca, de donde le viene el nombre. Nuestra entrada en esta localidad alcarreña llegó justo en ese momento donde el Astro, en su madurez estival, ya había recorrido la mitad de la cúpula celeste, con lo que nuestro estómago ya demandaba sus justos derechos. Nuestra sorpresa no fue encontrarnos Brihuega en fiestas, pues había, prácticamente, más de un cincuenta por ciento de probabilidades de que así fuera en esas fechas, lo que verdaderamente nos llamó la atención fue la gran cantidad de manojos que encontramos de esa planta arbustiva y aromática conocida como espliego -en concreto, por lo que hemos podido leer, de la especie lavandula latifolia-; ésta aparecía prácticamente en todas las puertas de todas las casas y en todas las aceras. Dicha tradición está relacionada con el culto católico, en concreto, el culto a la Virgen de esta localidad , pero no pudimos evitar dejar fluir nuestras, no sabemos si ciertas o equivocadas, intuiciones y rápidamente empezamos a especular con su, casi seguro, origen ancestral, mucho más allá de la existencia del propio cristianismo, al menos esa fue nuestra conclusión, pues su cierta similitud con antiguos cultos curativos de los llamados paganos nos lleva a afirmarlo. En concreto, el que estas líneas escribe, ha tratado de hallar algún estudio o referencia en dicha dirección, pero nada ha encontrado, así que, al menos, dejaremos constancia de la tradición oficial trayendo la siguiente leyenda que, como en tantas otras ocasiones, cae en una más o menos inocente intolerancia, si es que este vicio humano puede llegar a ser inocente, que no lo creo.
Brihuega
Cuenta la tradición briocense que la princesa Elima acudió al castillo de Peña Bermeja en busca de salud en compañía de su padre el rey moro de Toledo Aly-Menón. Custodiaba a dicha princesa un esclavo cristiano conocido por El Cimbre, que la inició en las verdades del cristianismo. Hasta tal punto que una noche, a los pies de un inmenso barranco se le apareció la Virgen.Puso al corriente a su esclavo y junto a otros más, descendió por la peña a las entrañas de la tierra y una de sus oquedades encontró una imagen de María. Con ello, Elima se convirtió a la fe de Cristo.Con el paso del tiempo, y para conmemorar este encuentro, se hizo una procesión en la que era necesario llevar velas encendidas y alfombrar las calles del pueblo -Brihuega- con espliego. En cierta ocasión, fueron a concertar las velas de cera con un comerciante judío, al que habrían de pagar a razón de la consumida a lo largo del recorrido. El judío pensó que el negocio le saldría "redondo" dada la longitud del recorrido de la procesión. Pero ¿cual no sería su sorpresa al ver que, una vez devueltas las velas y pesadas, el peso de las mismas era superior al que tenían al inicio?.Es decir, que milagrosamente no se consumieron, sino que aumentaron de tamaño.Por eso, en la actualidad se recorren las calles con los cirios apagados y un manojo de espliego en la mano, sin que falte la representación materializada -en gigantes y cabezudos- de la princesa Elima y de su padre el moro Aly-Menón.
("Fiestas tradicionales de Guadalajara", José Ramón López de los Mozos)
Sí que tiene que haber un origen ancestral en esta tradición de lanzar hierbas aromáticas al paso de procesiones, pues en mi pueblo cacereño se asfalta el suelo de cantueso (de la familia de las lavandas) en la procesión del domingo de Ramos. El cantueso es abundantísimo en primavera.
ResponderEliminarEs más, googleando a raiz de esta entrada he encontrado que en otras zonas de España lo que se arroja es tomillo, por estar sin duda presente en los alrededores.
Saludos, Argantonio.
Muchas gracias por los datos que nos aportas, Papandreu. Por lo visto, tienen el punto en común de ser todas plantas aromáticas
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