martes, 29 de septiembre de 2009

Noja y Noé

Hoy, de Cantabria, traemos una leyenda, que aparentemente no tiene nada de real, al menos en cuanto a su forma bíblica, y que seguramente tampoco tiene que ver con el origen etimológico del topónimo de Noja, pero que puede que oculte algún otro elemento que la ortodoxia aún no ha sido capaz de descifrar.

















La playa, en la bajamar, está erizada de peñascos negros que se meten mar adentro formando una especie de barrera natural protectora. Pero no es la playa misma la que nos va a mostrar algo, sino la leyenda noética que se cuenta de ella. Aquí fue otro lugar donde desembarcó, según el mito popular, el patriarca Noé después del Diluvio Universal. Por eso Noja tomó de él su nombre. Dicen que por aquí plantó su primera viña y se emborrachó.
Como ya hemos tenido ocasión de ver en el caso gallego de Noya, la tradición noética coincide con centros mágicos de arraigada mítica popular y de características prodigiosas que vienen, muy a menudo, desde la prehistoria. Aquí podemos comprobar, si queremos, que absolutamente todos los santuarios prehistóricos de esta provincia tan rica en hallazgos se encuentran, en cierta manera, en torno a este preciso lugar. Y todavía hay más: el mito del vino tiene también su razón palpable, ya que ese lugar de Limpias por el que hemos pasado anteriormente -muy cercano a estas playas- fue llamado en su día "la Rioja de la Montaña" porque, según se decía, sus caldos eran comparables a los mejores que se dan en la Península. Por desgracia, una epidemia acabó con las vides noéticas y hoy no queda de ellas más que el recuerdo de una leyenda que pudo tener sus visos de verdad remotísima.
Hay todavía otro rasgo curioso en este lugar de Noja, emparentado con la leyenda, aunque en apariencia nada tenga que ver con ella. Noja fue sede y cuna de una familia muy importante de Cantabria, la de los Velasco -uno de sus miembros fue virrey y condestable de Castilla-, cuyo origen les hace descender de remotos invasores normandos que se asentaron en estas tierras. Lo coincidente de este hecho es que, si vamos revisando el mapa de las invasiones normandas de los primeros tiempos de la Edad Media, comprobaremos sin esfuerzo que los puntos preferentes de desembarco coincidían también -en Galicia como en Portugal o en Andalucía- con esos lugares en los que se daba de modo particularmente verosímil el mito del desembarco remoto de Noé y, en consecuencia, las bases de una tradición cultural noética aferrada tanto al pueblo como a los ocultistas heterodoxos.
(Juan G. Atienza)

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