miércoles, 15 de julio de 2009

Nájera, enclave heterodoxo

Nájera fue ya protagonista de este sitio cuando hablamos de la leyenda que unía esta localidad con Santo Domingo de la Calzada. Pero hoy ahondaremos más en ella a través de otras citas del propio Juan G. Atienza, el gurú de esta página.























Nájera está asentada en la ruta jacobea. Ha sido a lo largo de la historia enclave de litigio constante entre fuerzas políticas y religiosas encontradas. Se la disputaron Castilla y Navarra, Pedro I y Enrique II, cristianos y judíos, godos y musulmanes. La habitaron frailes benitos, que ocuparon el santuario en el que un rey navarro -don García, precisamente llamado el de Nájera- se había tropezado, como por azar, con una imagen capaz de hermanar a una paloma y a un gavilán. Ese milagro -o lo que fuera, que es mejor no entrar en definiciones- provocó la institución de una orden, llamada de la Terraza, que era en realidad una secta graálica, porque su signo distintivo lo constituía la jarra con azucenas que el rey navarro encontró a los pies de la Virgen negra. Allí puede verse todavía, en el altar mayor de Nuestra Señora la Real, debajo mismo de la imagen prodigiosamente hallada.

Pero Nájera es -fue- mucho más. Hombres de credo e ideología desconocidos, en instantes igualmente desconocidos de la historia, cavaron la montaña rojiza que defiende la población y construyeron por todas partes cuevas a menudo inaccesibles en las que dejaron la huella de su paso, de su búsqueda, de su concepción del mundo. Y frailes constructores, ayudados por judíos cabalistas, esculpieron un claustro y un coro -de mármoles y maderas, respectivamente- en los que surgen a cada paso los símbolos de una idea trascedente, común a todas las creencias y punto de encuentro de todas las formas religiosas.
(Juan G. Atienza)
























Los estudios arqueológicos señalan una densa ocupación prehistórica de los cerros que bordean la ciudad actual y de los situados en su término municipal, al menos desde la Edad de Bronce. Durante la Edad de Hierro se aprecia un continuado proceso de concentración de la población que desembocará en la aparición de poblados más complejos compuestos por viviendas rectangulares parcialmente excavadas en la roca, construidas con entramados de madera y adobes (Cerro Molino). Estos poblados celtibéricos que encuentran, y a veces destruyen, los conquistadores romanos se corresponden a los pobladores berones que citan las fuentes clásicas.....a la población le dieron los árabes el nombre de Náxara (“Lugar entre peñas” o “Lugar al mediodía”) y a su río Nalia le llamaron Naxarilla.
(Wikipedia)

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