Es curioso como los mitos se vienen recreando una y otra vez. Así en la antigüedad nos encontramos con unos seres mitad humano mitad pez, como las sirenas. En este caso, es un hombre-pez y una leyenda bastante reciente, del siglo XVII.
El hombre-pez de Liérganes es el otro nombre por el que se conoce a este personaje -Francisco de la Vega Casar- perfectamente identificado históricamente, puesto que su partida de bautismo figura en los archivos diocesanos que hoy se guardan en Santillana del Mar. Lo curioso e increíble, lo que raya en lo mágico, es su circunstancia vital, porque este ciudadano que vivió en el siglo XVII es protagonista de un hecho insólito que ha hecho escribir muchas páginas a investigadores tan sesudos como fray Jerónimo de Feijoo y don Gregorio Marañón.
Lo que le sucedió a este hombre, según se asegura, es que, siendo aún joven, salió un buen día a nadar y, simplemente, desapareció. Sus compañeros le esperaban largas horas y, en vista de que no regresaba, le dieron por muerto. Pero nueve años después, en aguas de la bahía de Cádiz, un velero recogió en alta mar a un extraño ser desnudo, con la piel escamosa como la de un pez, que no sabía hablar y sólo lograba emitir extraños sonidos. Por una circunstancia casual, se vino a averiguar que aquel ser anfibio era el mismo Francisco de la Vega desaparecido en Liérganes y dado por muerto. Se le devolvió a su hogar, y fueron inútiles todos los esfuerzos que se hicieron para que relatase de algún modo lo que había ocurrido. Sin volver a hablar, constantemente frío y seco, comiendo únicamente pescado crudo, el hombre-pez pasó nueve años más sometido a la curiosidad de quienes veían en él únicamente un fenómeno. Y un buen día volvió a desaparecer y nadie volvió a tener noticias de su paradero.
Liérganes
Lo curioso del caso es cómo un espíritu racionalista como el del padre Feijoo, que arremetía en sus escritos contra todo lo que significase superstición y mentira, dio crédito a esta historia, acaecida poco tiempo antes de su época, y no dudó en absoluto de su verosimilitud. Esa supuesta credulidad es la que le reprocha, al hacer el análisis de la historia, el doctor Marañón. Y, sin embargo, él mismo da una explicación al suceso que podría ponernos en guardia atenta respecto a la posibilidad de que todo este asunto pudiera formar parte de esos sucesos malditos y sistemáticamente negados, pero que forman parte de una realidad mágica con elementos suficientes para que se admita su verosimilitud. Porque el doctor Marañón da unas razones que identifican a Francisco de la Vega con los portadores de ciertas taras endocrinas que, en la realidad mágica de los sucesos inexplicados e inexplicables, relacionan a éste con otros seres que, en circunstancias diversas, han sido protagonistas de hechos calificados de paranormales e incluso de milagrosos. Consultad, si tenéis tiempo, el capítulo correspondiente del libro de Marañón Las ideas biológicas del padre Feijoo y podréis comprobarlo. Y posiblemente lleguéis a la conclusión de que ese hombre-pez de Liérganes pudo formar parte de ese cúmulo de fenómenos extraños, benditos o malditos según sus circunstancias, pero insertos, en cualquier caso, en el apartado de lo que la razón no puede explicar, al menos mientras se guíe por las coordenadas lógicas por las que nos conduce el conocimiento aceptado.
(Juan G. Atienza)
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